Barrio de los Milagros



El barrio de los Milagros I. (s.d.)




"Empezaré por situar los Milagros, como hice anteriormente con el barrio [Chino]. En realidad aquél constaba únicamente de las dos calles más humildes de toda Salamanca: la que le daba nombre y su paralela la calle Empedrada. Sobre ésta se levantaron otras que renegaron pronto de sus orígenes y constituyeron barrio aparte al menos en su forma censal, pues en la toponimia no pudieron desligarse de la servidumbre de sus modestos vecinos. Esta parte del barrio se llamó y se llama San Vicente.
[El origen del barrio de los Milagros como sabemos se debe a los desastres de la Guerra de la Independencia y la desidia posterior.]…… Convertido por completo San Vicente y gran parte de San Isidoro en dos grandes escombreras, se denominó aquel lugar popularmente Los Caídos, sobre todo la altiplanicie que dominaba el fuerte de San Vicente por encima de la depresión de los Milagros, al fondo de la cual seguía corriendo la alberca que arrastraba las aguas fecales de la ciudad en su declive natural hacia el río cercano, las gentes pobres y las que venían a la ciudad en busca de trabajo comenzaron a ocupar las ruinas abandonadas y, con piedras de las mismas, edificaron sus míseras casucas, en el fondo de la depresión geológica, a orillas mismas de la alberca."

José de Juanes, “Los Milagros y sus gentes”


© C.H. fc 09/03/15 Rev. 01


El barrio de los Milagros II.(s.d.)





"[las casas] Las construyeron utilizando para cimientos las piedras de los colegios y conventos derruidos. Digo yo que pensarían que si aquellas piedras habían resistido durante varios siglos el peso de mucha ciencia, bien podían resistir en adelante el peso de unos kilos de adobes, por lo que no resultaba extraño que en algunas casas apareciesen con el tiempo, al rascar de la chiquillería, un pedazo de escudo o de hojarasca de las muchas que esculpieron con frondosidad Churriguera y su familia. La construcción no era solo obra del maestro, comúnmente analfabeto y horro por tanto de cálculos y mediciones, sino que colaboraba en ella toda la familia; las mujeres, envejecidas en plena juventud por el trabajo, aportaban los materiales; los chiquillos descalzos pateaban con eficiente algarabía el barro mezclado con paja dentro del doble rectángulo matriz que servía de molde a los adobes; y los vecinos traían el agua mezclada con orines de la alberca cercana. La techumbre se formaba con una vigorosa viga central de la que salían, como espinas de pescado, varias derivaciones del mismo material sobre las que se colocaban unas tablas de madera portuguesa que servían de sostén a las tejas. En el sitio apropiado se abría un hueco para la chimenea. Y ya estaba la casa.
Todas tenían al fondo el corral donde se plantaba un árbol que daba buena sombra en verano y mejor fruta en su debido tiempo. Cada vecino plantaba con arreglo a su gusto, que no solía ir más allá de una parra o una higuera, aventurándose a veces hasta las exquisiteces de un peral o un membrillo, pero que como quiera que las gentes del barrio poseían un gran sentido de la comunidad, todos comían la fruta de todos, especialmente los niños, a los que se les iban los ojos detrás de las uvas de albillo, o los higos del vecino."

José de Juanes, “Los Milagros y sus gentes”.


© C.H. fc 11/03/15 Rev. 01


El barrio de los Milagros III. El colector. (s.d.)


"Los que llegaron primero se instalaron en la margen izquierda de la alberca, de espaldas a ella, sustituyendo el corral por una huerta cuyas tapias llegaban hasta la misma orilla. Al conceder a la huerta la mayor parte del terreno, se disminuía el destinado a las viviendas, por lo que se anticiparon al urbanismo americano, ganando en altura lo que perdían en extensión y estableciendo en los Milagros la teoría de los rascacielos, con casas hasta ¡de un piso!, cosa desusada en aquel género de construcciones.
Los de la Empedrada llegaron después y no tuvieron más remedio que conformarse con lo que les habían dejado, aposentándose en la margen derecha de la alberca, a una altura discreta de su cauce, del que la separaba un pequeño terraplén. Sus constructores la situaron con la misma orientación que la de los Milagros, con los que quedaba de cara a sus huertas. Y la alberca, cuyos efectos se compensaban con el sol pleno que recibían desde el amanecer hasta el crepúsculo."

José de Juanes, “Los Milagros y sus gentes”


© C.H. fc 13/03/15 Rev. 01