Plaza del Mercado


Nacida de la escisión de la plaza de San Martín tras la construcción, en parte de su solar, de la actual Plaza Mayor.
Fue conocida como plaza del Caño, del Carbón o Carboneros, del Comercio y posteriormente de la Verdura, estableciéndose en ella numerosos puestos o cajones de venta de muy diversas mercancías. A fines del siglo XIX, el Ayuntamiento decidió edificar un mercado cubierto que, diseñado por Joaquín de Vargas, fue inaugurado en 1909. Desde entonces se la conoce como plaza del Mercado.


Plaza del Mercado en el plano basado en
 Francisco Coello de 1858 y en 2012

















Del Caño al Mercado


Las ferias anuales, el mercado semanal de los jueves, y el mercado diario de tiendas, conocido como azogue, eran las tres manifestaciones de la actividad comercial de Salamanca que perduraron desde la edad media hasta los albores de la edad contemporánea.

En los alrededores de la Catedral Vieja se situó en el siglo XII y XIII, el Azogue Viejo, que con la construcción de la Catedral Nueva se fue desplazando hacia las afueras de la Puerta del Sol y más tarde a los alrededores de la iglesia de San Martín, en un gran espacio baldío que acabó convirtiéndose en la Plaza Mayor de Salamanca, también llamada plaza de San Martín del Mercado o simplemente plaza de San Martín. La aparición de la plaza mayor como un nuevo tipo de escenario urbano es generalizable a otras ciudades medievales en las que el crecimiento de la población y la pérdida del carácter defensivo, provocó el desbordamiento de las viejas murallas y la aparición, a la salida de la ciudad, de una plaza mayor, que con el tiempo se convertiría en el centro urbano y el escenario de las principales actividades sociales de carácter cultural y lúdico y el principal lugar de intercambio comercial de la urbe. 

La Plaza de San Martín albergó, durante toda la edad moderna, la mayor parte de la actividad artesanal y comercial de Salamanca.
Constituía un enorme espacio abierto en el centro del nuevo recinto amurallado, hacia donde confluían los principales caminos o calles de Salamanca, la calle del Concejo (camino de Zamora), la calle Herreros (camino de Toro), la  calle de la Rúa (hacia la ciudad vieja) y calle de Alabarderos (hacia la puerta de San Pablo).


Hasta el siglo XVI

Siglo XVII-XVIII

Siglo XIX

Siglo XX

El caserío que rodeaba la plaza de San Martín no guardaba ninguna simetría y al igual que la mayoría de las calles de la ciudad se mantuvo terrera y con serias alteraciones de nivel, como los resaltes de arenisca de tal dimensión que se había llegado a excavar en ellos pequeñas cuevas denominadas "covachuelas" y  que se utilizaban como puestos de venta. Había covachuelas en el ángulo noroeste de la actual plaza del Mercado y en la plaza de la Yerba, al comienzo de la calle de la Rúa que fueron recordadas durante mucho tiempo con el topónimo de "isla de la Rúa". 

Aunque las covachuelas desaparecieron, dejaron su nombre a las tiendas o casetas que fueron adosadas a los bajos de las Casas Consistoriales en la plaza de San Martín. Inicialmente fueron desmontables y luego fijas, disponían de un único hueco de ventilación, la puerta de entrada, por lo que el término “covachuela” no les era impropio. Fueron también conocidas como islas de las Consistoriales y de la Cabestrería. El Ayuntamiento las alquilaba para el despacho de mercancías. 

El mercado en la plaza de San Martín no fue un espacio unitario sino que se conformaron diversos subespacios más o menos especializados que recibieron el nombre de corrillos o portales, según su morfología.  De esta manera se mencionan los portales del pan, del trigo o del vino y los corrillos de la yerba, de las sardinas o de los molletes según la naturaleza de su principal producto. 

Aunque otras ciudades castellanas ya disponían de plazas mayores regulares al iniciarse el siglo XVII, sobre todo a partir de la intervención en 1561 de Felipe II en la plaza mayor de Valladolid, en Salamanca el enorme espacio de la plaza de San Martín permanecía sin regularizar, aunque fue objeto de varios intentos fallidos entre 1619 y 1691. A partir de esta última fecha se creó la isla de los cajones fijos, situados aproximadamente donde hoy se encuentran los soportales de San Antonio y que dividió la plaza de San Martín en dos mitades, al oeste quedó la Plaza Mayor propiamente dicha y al este la llamada plaza del Caño, por la fuente que estaba situada en ella, y que posteriormente recibiría el nombre de plaza del Carbón o Carboneros, relacionándola con el negocio del carbón vegetal que los carboneros serranos vendían como combustible, y más tarde fue llamada del Comercio. Esta parte constituyó el origen de nuestra plaza del Mercado.

Dibujo de Antonio Seseña Arévalo de la isla de los cajones fijos con sus dos tipologías, a
la izquierda de 1691 a 1695 y a la derecha de 1695 a 1729 fecha, esta última, de la
construcción del Pabellón Real o de San Fernando.

Para la Salamanca de principios del siglo XVIII, resultaba una necesidad el contar con una plaza mayor regular desde el punto de vista urbanístico. Según el regidor Rodrigo Caballero y Llanes,  promotor de nuestra plaza barroca, era una necesidad en primer lugar por razones de ornato, en segundo por la utilidad pública y en tercero por el bien común, relacionando esta última circunstancia con la mejora del comercio,  al pretenderse, sin conseguirlo, que la plaza mayor alojara el mercado de la ciudad, con los soportales protegiendo los puestos de las inclemencias meteorológicas.

Entre 1729 y 1735 se realizaron las obras del Pabellón Real, primera fase de nuestra actual Plaza Mayor. El fuerte desnivel entre los portales de Petrineros o Guarnicioneros, al oeste de la plaza de san Martín llamados así por instalarse allí gran número de artesanos del cuero, y la Plaza del Carbón (Plaza del Mercado), requirió el transporte de materiales para el allanado del suelo y dio lugar a la solución constructiva de los portales de San Antonio. 
Nuestra primitiva plaza del Mercado empezaba a quedar configurada, al oeste quedaba delimitada por los mencionados soportales de San Antonio que recibieron el nombre de "zapateros de viejo" por haberse situado allí un buen número de estos artesanos.  Al norte, desde la calle Herreros (calle Toro) hasta la Bajada de San Julián (calle del Obispo Jarrín), se disponía una sucesión de casas sin ninguna simetría, penetrando hacia la plaza o retrocediendo de ella aleatoriamente y aunque tampoco mostraban uniformidad en sus  alturas, casi todas disponían de soportales que utilizaban algunos vendedores para su actividad comercial (Recibía el nombre de portales del Pan de los Villares por venderse allí, algunas veces fueron nombrados portales de los Villares y las más, del Pan a secas). Una gran cantidad de estas casas pertenecían a la Universidad y a diferentes capellanías y mayorazgos.  Allí estaba situada, a la entrada de la calle Pozo Amarillo, la Casa de los Flores, señores de Calzadilla. El lado este estaba formado por una hilera de casas más uniforme, entre las que figuraba la casa de los Ordóñez Villaquirán, Señores de Riolobos, situada a la entrada de la calle medieval de Lobohambre (actual Hovohambre). Al sur, la plaza se remataba con la rinconada que formaba la plaza del Ángel y la trasera de las Casas Consistoriales, más tarde Lonja y Audiencia, con sus cajones-covachuelas.

En este espacio urbano se instalaron multitud de puestos de venta, inicialmente al aire libre y luego en cajones, más o menos fijos, cuya disposición y control quedaba a cargo del Ayuntamiento. La plaza comenzó a ser conocida como plaza de la Verdura.
En 1788 el caño de la plaza, que había quedado muy cerca de los soportales de San Antonio tras su construcción, se trasladó al centro de la plaza en forma de fuente monumental (eliminada en el siglo XIX, dejando un simple caño entre las calles Varillas y Lobohambre) y ese mismo año se edificó la casa, cuyo arco (Arco de Pinto) separó definitivamente nuestra plaza de la Plaza Mayor.

Las ideas higienistas del siglo XIX,  impusieron la necesidad de un edificio especializado para la venta de  productos alimenticios, lejos del insalubre mercado de cajones en que estaba convertida la plaza de la Verdura, que había llegado a ser calificado de "aduar marroquí que se levanta entre tronchos de berzas sobre el lodo y los guijarros de la plaza de la verdura" , o de "tinglados pintorescos, con sabor histórico y local". No todo el mundo compartía esta idea, como veremos.
En varias capitales españolas ya se habían edificado grandes espacios cubiertos, realizados con modernas estructuras metálicas. En 1870 había sido levantado el mercado de La Cebada y en 1875 el de los Mostenses, ambos construidos en Madrid por el arquitecto Mariano Calvo Pereira e inspirados en el mercado de "Les Halles" (1854-1866) de Baltard en París. 
Zaragoza, Valladolid, Sevilla, Cádiz, Burgos, Santander y otras capitales siguieron el ejemplo.

En el año 1879 se comenzaba a hablar en el Ayuntamiento sobre  la construcción de un edificio cubierto para Mercado y aunque la siempre nefasta situación económica no lo va a permitir de manera inmediata, se comienzan a dar pasos para lograrlo, al año siguiente, diciembre de 1880, se hace público el plano de alineaciones de la plaza de la Verdura y se trabaja en los planos de un mercado cubierto en ella.

Plano de 1881, para el emplazamiento del un Mercado cubierto
firmado por el arquitecto municipal José González Altés

Sin embargo la única intervención urbanística reseñable en la plaza de la Verdura, durante  la siguiente década, fue la polémica construcción en 1888 de las escalerillas del Pan (o de Pinto).  El uso de piedra artificial en lugar de granito las hacía muy resbaladizas y peligrosas durante las heladas invernales. Unos acusaban al arquitecto municipal, Sr. Pérez González, cuya reciente llegada a Salamanca le hacía desconocedor de nuestro riguroso clima invernal, mientras que otros culpaban a su antecesor, D. José González Altés, como autor del proyecto aunque sólo sabemos con certeza que fue autor de la alineación que afectaba a la zona de los portales del Pan. Sea como fuere, no hubo más remedio que sustituirlas para evitar desgracias.

No fue hasta Abril de 1899, cuando el  Ayuntamiento acordó sacar a concurso la construcción del nuevo mercado con planos del arquitecto provincial, Joaquín de Vargas (el proyecto y la memoria descriptiva estaban fechados en 1898, parece ser que previamente había trabajado en unos planos el arquitecto municipal, Pedro Vidal, pero por circunstancias que desconocemos fueron ejecutados los del Sr. Vargas). El tipo de licitación era de 433.635,81 pts. y la duración de las obras se estableció en dos años.

Portales de San Antonio. Postal editada en 1906

Comercios en los Soportales de San Antonio de Otto Wunderlich
en la década de 1920 (Fototeca del Patrimonio Nacional)


La fecha de la subasta se fijó para el 5 de agosto de 1899. A pesar de haberlo aprobado, el alcalde y parte de los concejales pretendieron anular la subasta y que el proyecto volviera a la comisión de obras, por considerarlo inviable en dos aspectos: uno higienista, al entender que no sería posible la limpieza del edificio hasta que no estuviera garantizado el suministro de agua y por tanto proponían que se pospusiera la construcción del mercado a la terminación de la traída de aguas, y la otra económica, al considerar que el Ayuntamiento no tenía medios para financiar un proyecto que consideraban ruinoso al valorar el coste de la obra en 600.000 pts. y el de las expropiaciones necesarias para su ejecución en 250.000 pts. Sin embargo la votación en la sesión extraordinaria convocada para tratar la anulación del concurso dio el triunfo a quienes querían continuar con la construcción, y la perdieron los  señores Cuesta (alcalde y médico), Revillo, Iscar y Brozas.

Presupuesto detallado de la subasta para la
construcción del Mercado Central aparecido
en la Revista de Obras Públicas  1899, 46, tomo II: 254


La subasta se celebró el día señalado en el salón de sesiones de la Casa Consistorial a las doce y media de la mañana. Se presentaron tres propuestas suscritas por los señores D. César Santos Allén, en representación de  Moneo, hijo y compañía valorada en 429.298 pts., por D. Juan de la Rosa cuya propuesta alcanzaba las 420.000 pts. y por don Santiago Flores García por un valor de 381.599 pts. Simultáneamente se celebró en Madrid otra subasta que resultó desierta. El concurso fue adjudicado definitivamente el día 15 de agosto de 1899 al Sr. Flores como mejor postor.

A primeros de octubre los cajones de la plaza comenzaron a desmontarse y se diseminaron por otras plazas de la ciudad, principalmente en la plaza de San Julián, donde se colocaron los puestos de verduras y hortalizas, y en la plaza San Justo, donde se situaron los de pescados, el resto de los puestos se acomodaron fundamentalmente en la plaza Santa Eulalia, en la de la Libertad y en la de Anaya. Otras plazas como la del Peso, la de Fray Luis de León, la de San Isidro, la de Monterrey y la de don Mariano Solís dispusieron de algunos cajones de venta.

El 10 de noviembre, una vez finalizada la retirada de cajones, una cuadrilla de empedradores comenzó a desenguijarrar el suelo de la plaza de la Verdura y el 19 de noviembre comenzaron los trabajos de nivelación y preparación del terreno. 

Era el principio de una larga espera de casi 11 años. 

Los problemas comenzaron de inmediato cuando se trabaja en el alcantarillado y los cimientos. 

A principios de 1900, el Ayuntamiento había llegado a un acuerdo amistoso con los vecinos para la expropiación de las casas del lado norte de la plaza que molestaban el emplazamiento del nuevo edificio. Pero ante pasividad del Ayuntamiento en la ejecución de la expropiación, varios vecinos de las fincas afectadas presentaron recurso ante la Comisión Provincial contra el emplazamiento del mercado, pretendiendo que la expropiación se realizara antes de iniciar la construcción y que en caso contrario se suspendiera la misma, ya que la calle que separaba sus casas del mercado no tendría la anchura mínima que marcaban las ordenanzas. La sentencia inicial fue dictada a favor de los vecinos y el Ayuntamiento optó por desplazar el conjunto tres metros hacia sur, comenzando de nuevo la cimentación el 26 de abril de 1900. Esto no terminó con el pleito, que se alargó en el tiempo, sin que el gobernador se decidiera a dar la razón a alguna de las partes, por un lado Ayuntamiento y el interés comunal y por otro los vecinos, con quienes parecían tener intereses algunos miembros de la Diputación.

Durante la construcción del mercado.
foto Venancio Gombau
Sin haberse solucionado el conflicto, en febrero de 1901 un nuevo pleito sacude los incipientes cimientos del nuevo mercado, Don Santiago Flores García, contratista de las obras en construcción solicita la rescisión de su contrato por no haber satisfecho el Ayuntamiento el importe del primer plazo de las obras. Este pleito se extiende hasta finales de 1902, mientras que el de los vecinos no encuentra solución hasta agosto de 1903, cuando un nuevo gobernador con menos apego a las cosas de Salamanca obliga al Ayuntamiento a expropiar inmediatamente las casas implicadas. Tras duras negociaciones, entre Ayuntamiento y vecinos, se alcanzaron acuerdos de expropiación por valor de 190.000 pts. que sin embargo el Ayuntamiento  no llegó a hacer efectivos por falta de fondos, por lo que, en mayo de 1904, el gobernador suspendió la construcción del edificio por su lado norte hasta la ejecución de la sentencia. 

En los siguientes meses, el Ayuntamiento llegó acuerdos individuales con cada unos de los vecinos, estableciéndose el pago en 5 anualidades con el 5% de interés. Con los primeros pagos se resuelve la expropiación de las viviendas nº 19, 21, 23 y 25 de la plaza de la Verdura, a las que se añadió posteriormente el nº 27 y 29.

Estas casas comenzaron a derruirse en abril de 1905 (los Sres. don Segundo Gómez y don Demetrio Gómez se hicieron cargo del mismo, abonando 500 pts. por los materiales recuperados).

Resueltos los pleitos, los trabajos de construcción del mercado pudieron avanzar considerablemente.




Durante aquellos primeros seis años, la actividad de la plaza de la Verdura, o del Mercado como ya empezaba a conocerse, continuó a pesar de la construcción del edificio.  Los comercios de su entorno, las buñolerías y  las covachuelas de la Lonja siguieron su actividad aún con las normales molestias. Durante los grandes parones constructivos se utilizó la plaza, llegándose a instalar un cinematógrafo y puestos de baratijas para la feria de Botijeros y, como cada año, la congregación de Jesús Nazareno de la iglesia de San Julián, continuó recorriendo la plaza en sus procesiones. Las críticas sobre su construcción no escasean, Unamuno critica abiertamente lo que para él es el mal gusto en las construcciones realizadas en los últimos años, Casa de Lis y Mercado y en particular censura la construcción del mercado en la plaza de la verdura acusándole de hacerle perder el carácter a la antigua plaza y se lamenta de unas ordenanzas municipales que lo subordinan todo a la línea recta y a la uniformidad.

Para las ferias de 1907, el edificio del mercado era perfectamente utilizable aunque tardaría dos años más en inaugurarse. En él se montó parte de la Exposición Regional de Salamanca e incluso se celebró en su interior una gran verbena. Se expusieron maquinarias agrícolas e industriales, herramientas, fundidos y forjados, vitrinas con abonos químicos, almidón y pastas para sopas, harinas, aceites, muebles, automóviles o esculturas y pinturas . Entre las empresas expositoras estuvieron Moneo Hijo y Cía, Gros, de Barcelona, Bomati-Maldonado Afonso, Maculet, Huebra, don José García Martín, Mirat, Rebollo, Modelo de París y otras. (ver Museo del Comercio. Exposición Regional de 1907 ). Para la Exposición se construyeron en 1907 las escalinatas del arco del Toro, frente a la misma puerta principal del edificio del Mercado. Las nuevas escaleras sustituirían a la rampa que hasta entonces había permitido el tráfico de carruajes y caballerías entre la Plaza Mayor a la plaza de la Verdura.

A pesar de que en abril de 1906 habían quedado marcadas las nuevas alineaciones de la plaza de la Verdura, se iniciaron gestiones para la expropiación amistosa de las casas que D. Ildefonso Borrego poseía en la plaza de la Verdura y que el Ayuntamiento consideraba indispensables para la correcta alineación de la plaza, pero las fuertes condiciones económicas exigidas por el Sr. Borrego no pudieron ser asumidas por la precaria economía municipal. Tras el fallecimiento del Sr. Ildefonso Borrego ocurrido el 4 de agosto de 1906, se reanudaron las negociaciones con D. Domingo Borrego, su hijo y heredero, llegándose a una acuerdo en 1908 en el que se valoraba en 70.000 pts. la expropiación, correspondiente a la parte necesaria para el alineamiento, de las casas números 2 y 4 del Pozo Amarillo, y 15 y 17 de la plaza de la Verdura que incluía el caserón renacentista de los Flores cuyo derribo levantó muchas voces de protesta en la ciudad. En el resto del solar, D. Domingo Borrego, construyó el edificio con mirador circular y cúpula en el ático, que hoy hace esquina con la calle Pozo Amarillo, fue diseñado en 1909 por D. Cecilio González Domingo y la distribución interior la realizó D. Joaquín de Vargas tras la muerte de D. Cecilio.

Plano de fachada de la casa de Domingo Borrego, 
realizado por Cecilio Gonzalez Dominguez 
en 1909. fuente www.gonzalezcobos.es/


Para agosto de 1908, el Sr. Flores había dado por concluida la obra del mercado e invitaba al Ayuntamiento a recibirla y a pagarla. En enero de 1909, el arquitecto municipal presentó las cantidades que se adeudaban al constructor, el total del montante de las diferentes certificaciones resultaba ser de 392.792,49 pesetas y 19.058,53  de intereses, de ello se habían abonado 354.692,29 pesetas y 18.027,31 pesetas de intereses, quedando una deuda pendiente de 39.131,42 pesetas, aunque al parecer la liquidación finalmente presentada por el Sr. Flores y aceptada por el Ayuntamiento fue de 465.348 pts.

El edificio del mercado tiene planta rectangular de 40 metros, en el lado norte y sur, por 44 metros, en el este y oeste, las líneas de fachada están quebradas con salientes en las esquinas y puertas. Se conforma en dos plantas; la baja, exteriormente de altura variable para salvar las diferencias de nivel de la plaza y se compone de un zócalo de granito, sobre el que arranca la planta superior formada por una armadura de vigas metálicas de celosía, que parten de las esquinas y puntos intermedios de las fachadas y convergen en un cuerpo rectangular elevado a modo de lucernario, apoyado sobre doce columnas de fundición. A partir de ese cuerpo otras vigas finalizan en otro cuerpo rectangular techado de menores dimensiones. La estructura metálica fue realizada por la empresa madrileña Sociedad española de Construcciones Metálicas.

Los paramentos exteriores están realizados en ladrillo visto y albergan arcos de fundición con cierres acristalados y persianas metálicas fijas, que garantizan la iluminación y la ventilación. La cubierta a cuatro aguas está formada por planchas de zinc acanaladas. 
La decoración recurre al clasicismo tan arraigado en la ciudad, así la puerta principal evoca un arco de triunfo, y los vanos del piso principal resultan de medio punto.


Dibujo aparecido en la prensa del 15/04/1909

El resultado final omitió algunas propuestas del proyecto inicial de Vargas, como el colorido en la cerámica y una fuente con estatua. 
El tiempo efectivo de construcción no había superado los tres años.
El edificio hunde sus raíces en la primera arquitectura del hierro, pero la tardía fecha de su construcción, podría explicar el limitado uso de cerramientos metálicos en beneficio del granito y el ladrillo, pues en aquellos años se empezaba a cuestionar la eficacia del hierro desde el punto de vista higiénico. Algunos estudiosos creen que este mercado marca un punto de inflexión en la arquitectura española de este tipo (NAVASCUÉS PALACIO, P. y QUESADA, M. J. (1992): El siglo XIX. Bajo el signo del romanticismo, Madrid: Sílex, pp. 126-128.) .

Interior del mercado
No hubo nada parecido a una inauguración. El Ayuntamiento en un bando firmado por su alcalde D. Manuel Mirat Domínguez comunicó la apertura del mercado el 7 de abril de 1909, previamente deberían haber quedado subastados, aunque al final fueron sorteados, todos los puestos y anuladas todas las licencias de venta en la vía pública. El mercado se gobernaría según un reglamento de régimen interior que había sido aprobado el 11 de noviembre de 1908. El piso superior dispondría de 124 puestos cuyos precios de alquiler diario variaba desde 0.25 pts. hasta 2.25 pts., quedando el piso bajo para las ventas al por mayor de toda clase de productos y para vendedores ambulantes. El Mercado se abriría en todo tiempo una hora antes de la salida del sol, y se cerraría á las diez de la noche en verano y á las nueve en invierno.

El día 15 de abril de 1909, con una semana de retraso, abrió sus puertas una hora antes de amanecer.


Vendedores del Mercado agraciados
con la lotería de Navidad 22/12/1917
foto Ansede y Juanes
La urbanización de la plaza del mercado se completó con el proyecto de rasantes o niveles que quedó resuelto y expuesto al público en noviembre de 1909 y con el proyecto de  pavimentación unos meses después. Con objeto de acomodar rasantes se construyó un muro de contención y una escalinata frente a los primeros números de la plaza (posteriormente la solución consistió en una escalinata más amplia que, con modificaciones, es la solución que presenta actualmente). La construcción de la casa de Domingo Borrego, mencionada anteriormente, provocó una brusca variación de nivel en la rasante con el edificio contiguo, también obra de Cecilio González Domingo que fue construido entre 1906 y 1907. Esta brusca variación tuvo que ser salvada con un molesto escalón en la acera, ambas casas existen hoy en día y el escalón ha desaparecido, prefiriendose la solución de disminuir la altura de la planta baja del edificio Venecia.

El último gran cambio urbanístico en la plaza del Mercado, se produjo con la construcción del Gran Hotel en el solar de la vieja Audiencia, inaugurado el 1ª de mayo de 1930. Cambió enormemente la fisonomía de lado sur de la plaza, a lo que contribuyó también la renovación del caserío de la plaza del Ángel a partir de los años 60 del siglo XX.

El Gran Hotel fue derribado, con gran polémica y culebrón urbanístico incluido, el 27 de febrero de 2007, en su lugar se construyó un moderno edificio con 70 apartamentos y plazas de garaje subterráneas (denominado Edificio Gran Hotel), que no supuso un gran cambio visual ya que adoptó una imagen similar a la del  Gran Hotel.

En el resto de la plaza se ha reconstruido o restaurado casi todo el caserío de los siglos XVIII, XIX y principios del siglo XX, por lo que hoy mantiene una imagen similar a la que presentaba hace 100 años. 

El edificio del mercado, uno de los mejor considerados del estilo en Castilla y León, ha corrido el peligro de desaparecer en varias ocasiones a lo largo de su vida, cuestionado por varios planes urbanísticos, la última ocasión fue durante las primeras elecciones municipales de la democracia. Finalmente no se derribó, siendo rehabilitado en 1993 durante la alcaldía de Jesús Málaga Guerrero.

En 2010 la plaza del mercado fue parcialmente peatonalizada, dejando circulación solamente en la conexión de la calle Pozo Amarillo y Plaza del Poeta Iglesias, fueron asimismo colocadas, en el edificio del mercado, rampas de acceso para  personas de movilidad reducida.