Plaza de Colón


Al igual que otras parroquias salmantinas, la desaparecida iglesia de San Adrián generó un espacio urbano de relación social en su derredor conocido como plaza de San Adrián. Esta plaza pronto fue ocupada por casas principales civiles y religiosas, alguna de las cuales aún permanecen en el entorno.
La demolición de la iglesia de San Adrián y del vecino convento de los Clérigos Menores de San Carlos Borromeo a mediados del siglo XIX, dio lugar a una explanada yerma, de variopinta utilización, que fue conocida como plaza de los Menores; hasta que en 1893, con motivo del IV Centenario del descubrimiento de América, se erigió el monumento a Colón y se configuró el jardín que lo guarda, tomando entonces el nombre de plaza de Colón que todavía conserva.


Plaza de Colón en el plano basado en
Francisco Coello de 1858 y en 2012














La plaza de Colón

A principios del siglo XII, los repobladores bregancianos edificaron las parroquias de San Adrián, San Justo y San Román en el terreno donde se asentaron en la ciudad. Habían llegado a la casi despoblada Salamanca persiguiendo los beneficios de la repoblación que D. Raimundo de Borgoña dirigió por mandato de su suegro Alfonso VI. Ninguna de las tres iglesias ha llegado hasta nosotros, desapareciendo tras lograr la hazaña de sobrevivir hasta el siglo XIX.

En torno a la iglesia de San Adrián se generó una plaza pública que alcanzó gran relevancia urbana, como corrobora la orden de empedrado del príncipe Juan, Señor de Salamanca, dada en febrero de 1497, mandándola empedrar solo después de la vía más importante de la ciudad, la rúa de San Martín. Gran parte de su importancia se debió a la traslación del mercado medieval hacia la Plaza de San Martín, que hizo aparecer determinados circuitos comerciales dentro de la ciudad, sin duda uno de ellos, tal vez el más importante, fue el que atravesaba el espacio de San Adrián que comenzando en el puente, ingresaba en la urbe por la puerta de San Polo, se dirigía hacia el arco de San Esteban, giraba hacia la izquierda para alcanzar la plaza de San Adrián y se encaminaba por la calle Alabarderos (San Pablo) hacia la plaza de San Martín. La importancia de la vía y el espacio abierto que constituía la plaza atrajo un buen número de casas principales, donde sus señores encontraron el lugar adecuado para mostrar su poder y su riqueza. Las casas de Abrantes, de los Anaya, señores de Sancho Gómez, de los Sotomayores, de los Silveiras o de los Fonsecas rodearon y vigilaron la iglesia. 
Las altas torres de los palacios perduraron al igual que el importante tránsito comercial durante los siglos XVI y XVII, para ir poco a poco cediendo el sitio a las poderosas órdenes religiosas y a otros circuitos de entrada a la ciudad. Los clérigos menores y los trinitarios descalzos ocuparon con sus colegios grandes parcelas de terreno a costa del caserío de la zona, algunas casas principales y otros edificios públicos como el Hospital de San Ildefonso, fundado a mediados del siglo XIII, cuyo solar quedó incluido en el convento de la Trinidad.

La Universidad también tuvo su parte en la feligresía de San Adrián. En sus cercanías, en 1386, fue fundado, por Don Gutierre de Toledo, el primer colegio que hubo en la ciudad, el Colegio Viejo de Oviedo o de San Adrián conocido popularmente como Pan y Carbón. Más tarde, en 1544, fundó Doña Isabel de Ribas el colegio menor de Santa Cruz de Ribas o Santa Cruz de San Adrián. También tenemos constancia de que antes de la construcción del edificio del colegio mayor de Cuenca, sus colegiales habitaban en casas alquiladas frente a la parroquia de San Adrián, en la casa de Placentinos.

La llegada del siglo XVIII marcó el inicio de la decadencia de la parroquia. La guerra de sucesión (1705-1714), entre el pretendiente francés, Felipe de Borbón, y el archiduque Carlos de Austria, de graves consecuencias en Salamanca, dejó maltrecho el colegio de San Carlos Borromeo y tal vez la zona, que fue ofrecida para la construcción de la Plaza Mayor de la ciudad que estaba siendo proyectaba en el primer cuarto del siglo. Los propietarios, sobre todo los trinitarios descalzos, cederían el terreno para su construcción a cambio de edificios con fachada a la nueva plaza. Como sabemos, el ofrecimiento no fue aceptado y después de valorar las posibles ubicaciones, la plaza se construyó segregando la plaza de San Martín, con un primer diseño del arquitecto Alberto de Churriguera.

Plaza de San Adrián en 1784, Plano de Jeronimo García de Quiñones.

La familia Churriguera se asentó en la zona de los Menores, o al menos la tradición hace llamar taller de los Churriguera a la casa, de indudable antigüedad, que, bajo la torre del clavero en la esquina entre las calles Caldereros y Consuelo, ejerce actualmente de sede del colegio de abogados.
La guerra de la Independencia acabó por sumir al colegio de San Carlos Borromeo de los Clérigos Menores en la ruina total y tras su desamortización, los restos se derribaron en 1841, quedando abierta una gran área al norte de la iglesia de San Adrián, que a partir de entonces sería conocida como plaza de los Menores. Los fuertes desniveles y la presencia de escombros se perpetuaron en ella, incluso después del derribo de la iglesia de San Adrián en 1853.

Casa Taller de los Churriguera
No fue hasta 1867, cuando el arquitecto provincial Sr. Secall elaboró un proyecto de urbanización de la plazuela con el principal objetivo de regularizar el terreno, para lo cual se levantó un terraplén que se apoyó sobre un muro de contención, frente al que fuera convento de los trinitarios descalzos, y se rellenó con materiales del desmonte de la plaza de los Bandos, también urbanizada en esos momentos. La plaza de los Menores quedó convertida en una espaciosa y hasta amena plataforma donde los carboneros depositaban sus negros costales, razón esta por lo que de forma oficiosa se la conoció como plazuela del Carbón. Al contrario que en los Bandos, la plaza de los Menores no pudo ser dotada de jardines debido a la falta de fuentes o canalizaciones de agua para su riego, pero se plantaron algunas filas de árboles.
El aspecto de tan yerma plaza no debió mejorar mucho, e incluso aún debió de empeorar, con la reforma de 1879. El muro de contención fue derruido al determinarse la difícil defensa que tendría el cuartel de la Guardia Civil, establecido en el que fuera convento de los trinitarios descalzos, en caso de que en alguna escaramuza o motín popular fuera atacado desde la plataforma.
Sin uso fijo, la plaza tuvo diversas ofertas de utilización que iban desde la construcción de un bonito barrio obrero hasta la ubicación de un mercado del grano. Sin embargo, sólo se establecieron en ella efímeros puestos callejeros, carboneros y la fila de tiendas oscuras de los zapateros de viejo, localizadas desde la esquina con el palacio de la Salina hasta la torre del Clavero.
En 1883, comienza la construcción del Ateneo Salmantino colegio de 1ª y 2ª enseñanza, al sur de la plaza, que promovido por su director D. Manuel Durán y Araujo fue edificado siguiendo los planos de Cecilio González-Domínguez, perdiéndose los últimos vestigios que quedaban en el solar que había sido casa de Abrantes.
Al año siguiente, 1884, el Ayuntamiento concede licencia para la construcción de un barracón de madera que recibirá el nombre de Salón Artístico, que marcará el aspecto y uso de la plaza de los Menores en los siguientes años. El edificio, situado aproximadamente en el solar que ocupara la iglesia de San Adrián, era “todo de madera, tendrá una fachada con un ingreso principal y dos despachos de billetes á los lados; un vestíbulo de 13 metros de longitud por 3 de ancho; una grada con 160 asientos y 20 delanteras; un espacioso pasillo en el centro del salón frente al escenario con 104 sillas por banda, y otra grada á los lados con 64 asientos y 46 delanteras; este pasillo forma cruz con otro delante del cual habrá otras dos secciones de 56 sillas de cada lado, dejando en el centro paso para la orquesta, á cuyos costados quedarán 6 espaciosas plateas. El escenario tiene 8 metros de ancho por 9 de largo, con o cuartos para vestirse los actores. En las fachadas laterales lleva otras dos puertas de salida y el área total del Salón artístico ocupa una superficie de 31 metros de largo por 43 de ancho, teniendo 4,4 de altura, y estando presupuestado en 42.000 pesetas.” (El Progreso, 13 julio 1884).
El salón, de techo de zinc, se inauguró con representaciones de Zarzuela y a lo largo de su existencia albergó conciertos, funciones teatrales, bailes de artesanos, etc. Está no fue la única construcción “provisional” autorizada en la plaza, en 1886 se concedió licencia para el establecimiento del Salón Español de similares caracteristicas.

La Cámara de Comercio propuso en 1889 la construcción de unos almacenes de mercancías y cereales y de una bolsa de comercio en la Plaza de los Menores. La expedición y recepción de productos se realizaría a través de una línea de tranvía, que también trasladaría personas, entre las estaciones de ferrocarril de Salamanca y de Tejares con parada en la plaza de los Menores. Los gastos de las instalaciones y maquinaria se sufragarían con la emisión de acciones y el Ayuntamiento cedería todo el terreno de la plaza gratuitamente durante 99 años, tras los cuales todo pasaría a su propiedad.
A pesar de lo atractivo del proyecto, el Ayuntamiento no acepta la propuesta y decide convertir la plaza en jardines y arbolado, acordando el plazo del 31 de diciembre de 1889 para que los comerciantes instalados en casetas, cajones, tiendas y otros artefactos lo desalojen. 
Antes de la presentación del proyecto de reforma de la plaza, la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Salamanca solicitó terreno para la instalación de su sede. El terreno solicitado alcanzaba los 1109 m2 y muchos concejales estaban de acuerdo con la propuesta. Por si fuera poco, el obispado también solicitó el terreno de la que fuera su iglesia de San Adrián, lo que acabó convirtiendo al, de por sí, poco operativo Ayuntamiento, en una guerra de oposiciones entre los que defienden una u otra salida.

Intentando poner luz, en 1890 llega la eléctrica, instalándose una lámpara de arco voltaico. Y en río revuelto, las casetas y otras tiendas seguían allí cuando se principiaba el año 1892.
La redonda cifra del cuatrocientos aniversario del descubrimiento de América pone fin a la cuestión. La propuesta de la Diputación Provincial de erigir una estatua a Colón en la plaza es secundada unánimemente por el Ayuntamiento. En marzo de 1892, tras más de dos años de intentos, se logra desalojar de la plaza al Salón Artístico.
El acto de colocación de la primera piedra tuvo lugar el 18 de septiembre de 1892 y en ella se colocó un ejemplar del Adelanto de esa fecha. La plaza recibió el nombre de plaza de Colón aquel otoño y casi un año después, el 9 de septiembre de 1893, tuvo lugar la inauguración. La escultura de Cristóbal Colón fue obra del escultor zamorano Eduardo Barrón, ganador del concurso público celebrado en agosto de 1892. Muestra al descubridor sujetando un globo terráqueo con su mano derecha, apuntando al oeste con la izquierda y a sus pies libros y cartas de navegación. Su postura pronto sugirió el chascarrillo salmantino  “¿A dónde apunta Colón? A la calle Pan y Carbón”. La figura de bronce mide tres metros y 25 centímetros y fue fundida en los talleres Masriera de Barcelona. No le falta arte al pedestal con los medallones laterales de Diego Deza y la reina Isabel la Católica y al frente la dedicatoria y el escudo de Salamanca. La altura del conjunto ronda los nueve metros.



Inauguración del monumento a Colón
el 09 de septiembre de 1893



Hizo calor aquel sábado septembrino de 1893. Los parasoles abiertos durante la ceremonia de inauguración del monumento a Colón son prueba evidente de ello. Era 9 de septiembre, el día anterior se había inaugurado el templete de hierro fundido de la Plaza Mayor y un par de días después se inauguraría la nueva plaza de toros de Salamanca, la Glorieta, convirtiendo aquellas Ferias y Fiestas en las más activas del siglo XIX.
Salamanca, que en esos años veía construir la Iglesia de San Juan de Sahagún y restaurar las Catedrales, no tuvo intenciones de participar de un modo especial en la celebración en 1892 del Cuarto Centenario del Descubrimiento de América y nada se había preparado durante los dos años anteriores. Así se desprende de la sorpresa con la que el presidente de la Junta Central del Centenario, y a la vez del Gobierno, el Sr. Cánovas del Castillo recibió a la muy tardía comisión nombrada para solicitar fondos con los que sufragar el costo del monumento. Aquella reunión se celebró a principios de 1892 y la comisión estuvo acompañada por el obispo Padre Cámara y los diputados y senadores salmantinos.

La idea de levantar el monumento partió del, por entonces ya anciano, fraile dominico y profesor de Teología y Derecho Canónico D. Pedro Manovel y Prida quien tuvo en el también catedrático D. Teodoro Peña el apoyo necesario para convencer al Claustro Universitario. Afortunadamente para el bien de la causa encontraron el enorme entusiasmo de D. Enrique Esteban (entusiasmo que también desplegó para la construcción del Puente Nuevo) que se convirtió en el adalid del proyecto y convenció a la Diputación, Gobierno Civil y Ayuntamiento para participar. 
El Gobierno, a pesar del rapapolvo por lo tardío de la solicitud, concedió una subvención de 4.000 duros y prometió una cantidad similar o mayor para más adelante, cantidad que según parece nunca llegó.

La comisión gestora del monumento, formada por D. Salvador Cuesta y D. Ramón Gil, de la Diputación, D. Celso Romano Zugarrondo y D. Enrique Esteban, del Ayuntamiento, y la presidencia del gobernador el Sr. García Espinosa, puso rápidamente en marcha el proyecto encargando su realización al arquitecto provincial y diocesano Sr. Vargas que presentó, con suma celeridad, un boceto en abril de 1892. Sin embargo, este proyecto fue rechazado, al parecer, por falta de calidad artística.
En ningún momento, suponemos que por las prisas, se convocó un concurso para la adjudicación de la obra, en su lugar se solicitaron dos proyectos, uno a D. Eduardo Barrón, consolidado escultor zamorano, y otro al sevillano D. Antonio Susillo, escultor no menos afamado. Tras la presentación de los trabajos, la Comisión Gestora, formada por los cinco miembros mencionados, tuvo que elegir entre ambos. El Gobernador y el Sr. Gil dieron su voto a la propuesta del Sr. Susillo mientras que los otros tres miembros se lo dieron a la del Sr. Barrón que resultó ganadora por mínima mayoría, originándose, ¡cómo no!, una fuerte polémica en la ciudad, discutiéndose no sólo la elección de la obra sino la forma de realizar la designación.

Candente estaba aún la polémica cuando el 18 de septiembre de 1892 se celebró en la plaza de los Menores, que desde ese día recibiría el nombre de plaza de Colón, la ceremonia de colocación de la primera piedra. Fue oficiada por el Excmo. Sr. Deán de la Basílica Catedral doctor D. Tomás Ubierna y durante el acto se colocó una “caja del tiempo” con un ejemplar de El Adelanto de ese día.

Un año más tarde, en septiembre de 1893, y fuera del año de celebración del Descubrimiento de América fue inaugurada la estatua de Colón realizada por el escultor D. Eduardo Barrón. ¡Más vale tarde que nunca!

Para saber más:
Prensa de la época
“Urbanismo de Salamanca en el siglo XIX”. García Catalán, Enrique. Ediciones Universidad de Salamanca. 2015.
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Hasta 1898 no se proyectó un nuevo muro de contención de tierra, frente al cuartel de la guardia civil, que permitiera el nivelado de la plaza. El muro se presupuestó en 812 pesetas y en su construcción se le dotó de una escalera pero no de pretil de protección que sería muy reclamado en los siguientes años.

Los jardines y parterres no impidieron que durante los primeros años del siglo XX se instalaran casetas de baratijas, cinematógrafos y otras atracciones para las ferias de Botijeros y de Septiembre. El primer cinematógrafo instalado en la plaza de Colón, propiedad de Matías Sánchez y León González, se inauguró en abril de 1906 para la feria de Botijeros. En Agosto de ese año se instaló el denominado “Palacio Luminoso” de los señores Agar y Minuesa, para las ferias de septiembre y tuvo tanto éxito que en noviembre fue trasladado al Salón Variedades en la calle del Prior para continuar sus funciones. Otros cinematógrafos fueron instalados en años sucesivos.

De nuevo en 1918, planea la sombra de la desaparición como plaza-jardín, al proponerse este espacio urbano como lugar para construcción del Instituto General y Técnico. El proyecto fue presentado durante la alcaldía del Sr. Iscar Peyra con planos del Sr. Secall. La estatua de Colón pensaba trasladarse a la rotonda que se proyectaba en la afueras de la puerta de San Pablo.
Finalmente el proyecto no se ejecutó y en su lugar fueron replantados los jardines y parterres que habían llegado a 1920 con serios problemas de deterioro. En este tiempo fueron retirados de la Plaza Mayor los bancos tipo canapé con respaldo de hierro que rodeaban el jardín, algunos de ellos fueron colocados en la plaza de Colón a lo largo de la calle San Pablo. 

Hoy el caserío ha sido renovado, el pavimento mejorado, los jardines reorganizados, el equipamiento urbano modernizado, pero el aspecto general de la plaza de Colón ha permanecido reconocible para las últimas generaciones de salmantinos.



¿A dónde apunta Colón?
Fotografía de D. Luis González de la Huebra, 
seguramente en los primeros años del siglo XX.


En el abigarrado callejero salmantino anterior al siglo XX no existieron muchos espacios abiertos con tal dimensión que hoy merecieran llamarse plaza. De no ser por los derribos de algunos edificios, fundamentalmente de signo religioso y con frecuencia de carácter monumental, nuestro catálogo de plazas salmantinas en la zona antigua sería bastante escueto. Esta plaza, que hoy recibe el nombre de Colón, nació de los derribos del colegio de San Carlos Borromeo de los Clérigos Menores en 1841 y de la iglesia de San Adrián en 1853. Este espacio de terreno irregular y en un principio yermo por falta de agua pudo ser convertido en una espaciosa plataforma proyectada por D. José Secall en 1867, en la que se establecieron efímeros puestos callejeros, tiendas de carboneros y una fila de tiendas oscuras de zapateros de viejo, localizadas desde la esquina con el palacio de la Salina hasta la torre del Clavero. En 1884 acogió un barracón de madera con tejado de zinc denominado Salón Artístico en el que se realizaron representaciones de zarzuelas, conciertos, funciones teatrales y bailes. La Cámara de Comercio intentó sin éxito en 1889 construir un almacén de mercancías y cereales con parada de una línea de tranvía que uniera las estaciones de Salamanca y Tejares. También sin éxito la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Salamanca pretendió construir su sede en este espacio. La plaza recibió durante estos años diversos nombres: plaza de San Adrián, plaza de los Menores, Plaza del Carbón o plaza de la Leña.
A finales de los años 80 del siglo XIX la mejora del suministro de agua permitió el proyecto de jardines diseñado por el arquitecto D. Pedro Vidal al que se añadieron otras mejoras como la instalación en 1890 de una lámpara de arco voltaico (probablemente la que vemos en primer plano a la derecha de la imagen) y la instalación de una estatua a Colón, obra del escultor zamorano D. Eduardo Barrón, con la que Salamanca no quería quedarse atrás en las muchas manifestaciones nacionales e internacionales para la celebración del cuarto centenario del descubrimiento de América. 
Aunque la estatua se pensó instalar inicialmente frente a la fachada de la iglesia de San Esteban, lugar muy vinculado con Colón, en la calle que desde antiguo había sido bautizada como calle Colón y que unía la calle San Pablo con el atrio de San Esteban cruzando la puentecilla del mismo nombre, finalmente se erigió en la plaza de los Menores el 9 de septiembre de 1893, habiéndose colocado la primera piedra un año antes el 18 de septiembre de 1892, al tiempo que se inauguraban los jardines. La plaza, desde entonces, recibió el apelativo de plaza de Colón heredando el nombre de la pequeña calle mencionada y que hoy, muy ensanchada, llamamos plaza del Concilio de Trento.
Mientras los niños, subidos en el banco, miraban con curiosidad al fotógrafo, D. Luis González de la Huebra plasmó el estado de la plaza en los primeros años del siglo XX, seguramente no se realizó ninguna reforma hasta que en 1921 se instalaron algunos de los bancos canapé retirados de la Plaza Mayor y fueron replantados los jardines y parterres. Solo unos años antes, en 1918, la estatua estuvo a punto de ser trasladada a una nueva glorieta que pensaba construirse en la Puerta de San Pablo para que su espacio, y el de gran parte de la plaza de Colón, lo ocupara un nuevo Instituto General y Técnico, proyecto que finalmente no se ejecutó.


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La iglesia de San Adrián

Sin duda, a mediados del siglo XIX, el trazado de la carretera nacional de Villacastín a Vigo por la actual calle de San Pablo, que exigía su ensanche ya que apenas permitía el paso de un carro al estar estrangulada por el arco de la torre de la iglesia de San Adrián, inclinó la balanza del lado de los que pretendían la demolición de esta iglesia aduciendo su mal estado, su escaso valor artístico, las necesidades del ornato público y la llegada del progreso a la ciudad, frente a los que aspiraban a su arreglo y conservación apelando a su gran valor artístico e histórico y a su buen estado, a pesar de sus 700 años de existencia. Una polémica similar había terminado con la demolición de la torre almenada del puente romano el 18 de noviembre de 1852. El proyecto de carretera, atravesaba la ciudad por su centro, discurriendo por las calles San Pablo, Poeta Iglesias, Plaza Mayor y bajo el Ayuntamiento a la calle Zamora, hasta la puerta de Zamora, cuya puerta de la muralla, adosada a la iglesia de San Marcos, también fue derribada.

Dibujo atribuido a Valentín Carderera y al año 1850. la mujer con el niño observa
la escena desde el desaparecido atrio de la capilla de la Orden Tercera Trinitaria
(actual iglesia de San Pablo), el caballista avanza por la calle de San Pablo y se
dispone a atravesar el arco de la torre campanario de la iglesia de San Adrián
que lo une con el palacio de Orellana.


La parroquia de San Adrián fue fundada, durante la segunda repoblación, por el caudillo breganciano Pedro de Anaya y aunque se desconocen las fechas de su construcción y consagración, se sabe por documentos que ya existía en 1150.
Su arquitectura, inicialmente románica, fue transformada en sucesivas reformas a gótica; algunos testimonios la situaban entre las más bellas muestras del arte ojival de la ciudad. Disponía de tres naves de planta cuadrangular con dos portadas y una torre campanario de ladrillo con ajimeces románicos sobre un arco elevado, por debajo del cual discurría la calle. En las enjutas de este arco destacaban dos fantásticos monstruos y la imposta que corría bajo la bóveda del arco, era de prolija labor románica y nada tenía que envidiar a las más delicadas platerescas, según dice el señor Quadrado que conoció la iglesia aún en pie. Su ábside poligonal tenía ventanas ojivales flanqueadas por altas columnas, con canecillos y cornisa ajedrezada. La puerta de mediodía desplegaba en los capiteles y en las decrecientes dovelas de su medio punto las galas del siglo XII, mientras que la del norte, que fue construida a finales del siglo XV, lucía crestones y copiosos follajes del gótico tardío, con sus jambas llenas de delgados junquillos que corrían por el arco escarzano que la coronaba, exteriormente se revestía de dos elegantes agujas levantadas sobre zócalos angulosos, repletas de crestería y hojas de acanto, las cuales hacían juego con el arco conopial recreado en el exterior de la puerta. Entre las agujas se situaban dos escudos con las armas de los duques de Abrantes, sucesores de los Enríquez de Anaya.

Puerta Norte de San Adrián,
dibujo de Joaquín de Vargas tomado
en el Hospital General de la Trinidad
donde fue trasladada.

Puerta Norte de San Adrián,
Grabado de Cabracán.
Aparecen los escudos de Anaya
y Enríquez de Salamanca.


Del mismo estilo y de la misma época (hacia 1480) que la puerta norte era la capilla que fundó en el interior de la iglesia, bajo la advocación de San Pedro, D. Alfonso Enríquez de Anaya, Regidor de Salamanca y Asistente de Sevilla, y su mujer Isabel Enríquez, cuarta señora de Villalba de los Llanos y nieta de doña María la Brava, para servir de enterramiento a la familia de los Enríquez de Anaya y sus descendientes. La capilla contenía sepulcros con estatuas de caballeros recostados en camas imperiales bajo arcos góticos cubiertos de fina arquería con bajorrelieves de esculturas de santos y otros adornos.

Capilla de San Pedro o del Ecce Homo de la iglesia
de San Adrián, dibujo de Joaquín de Vargas
basado en el cuadro de Celaya

En 1645, su descendiente Alfonso Enríquez de Sotomayor colocó en la capilla la imagen de un Ecce Homo y fundó una capellanía y los misereres de las Dominicas de Cuaresma que aún después del derribo de la iglesia continuaron celebrándose en la Capilla de San Lorenzo de la Catedral Nueva, donde fue trasladada la imagen.
En el siglo XVIII, según el historiador Ceán Bermúdez (Diccionario histórico de los más ilustres profesores de las bellas artes en España de 1800),  el escultor Alejandro Carnicero (Iscar,1693- Madrid, 1756) fue fundador y hermano mayor de una cofradía de pintores y escultores, la Congregación de San Lucas Evangelista, establecida en la Parroquia de San Adrián, dedicada a defender y reivindicar los derechos gremiales de arquitectos, pintores, escultores, ensambladores, tallistas, doradores y estofadores con el fin de conseguir una serie de privilegios, como por ejemplo exenciones fiscales o que los miembros solteros no fueran a quintas. Rafael Manuel López-Borrego en su trabajo “Aportaciones a la vida y obra de Alejandro Carnicero, escultor del siglo XVIII”, mantiene esta afirmación basándose únicamente en el testimonio de Ceán Bermúdez, ya que indica que tanto en los libros de fábrica como en los de cofradías de la parroquia de San Adrián, no se menciona la existencia de esta cofradía.

Según Quadrado, en 1852 todavía era fácil restaurar la iglesia, pero se prefirió consumar su ruina. Fue derribada en 1853 y su parroquia anexionada a la cercana iglesia de San Justo.
La fecha fijada para su derribo pudo ser retrasada tres días para que un grupo de estudiantes de la Escuela Especial de Arquitectura de Madrid, dirigidos por el señor Francisco Jareño, pudieran tomar apuntes de la iglesia. La demolición se llevó a cabo con doscientos presos de la cárcel de Valladolid que el Gobernador Civil de Salamanca había solicitado para este fin, amén de otras obras. La desaparición de la torre, que se encontraba unida al palacio de Orellana, motivó una ampliación de este palacio en 1856, copiándose en la nueva zona la arquitectura original del edificio.
Paradójicamente, el trazado de la carretera nacional de Villacastín a Vigo fue modificado, eliminando su paso por la calle de San Pablo, sin que fuera, por tanto, necesario el ensanchamiento.

Puerta Norte de San Adrián fotografiada por
Francisco Pertierra en el Hospital General de la
Trinidad donde fue trasladada.

Además de las pinturas de Isidoro Celaya que guarda el Museo Provincial, realizadas cuando no se pensaba en la demolición de la iglesia y de los apuntes de los alumnos de arquitectura madrileños tomados días antes de su desaparición, quedan para el recuerdo algunos restos localizados de la iglesia y, sin duda, existen otros cuyo destino es desconocido.
En 1892, durante las obras de cimentación de la estatua de Cristóbal Colón que iba a ser erigida en la entonces plaza de los Menores y a partir de ese año plaza de Colón, aparecieron los restos de la cripta de San Adrián y allí permanecen pacientemente enterrados esperando un futuro estudio arqueológico. De la capilla del Ecce Homo se conserva la verja, que se colocó en la capilla de Santa Catalina de la Catedral Vieja. Sus sepulcros y los escudos de la iglesia fueron devueltos, según los cronistas, a los descendientes, ignorándose su paradero.
D. Enrique García Catalán en su tesis sobre el urbanismo de la Salamanca del siglo XIX, indica  que en 1855 se encargó del desmonte del solar de la derribada iglesia de San Adrián D. José Abecía, Comisario General de la Diputación del Hospital de la Santísima Trinidad, y que este adquirió los materiales para las obras que se iban a realizar en el edificio del Hospital.
Estas obras según parece se realizaron en 1857 y debió ser entonces cuando se emplearon las piedras de edificios arruinados como el convento de San Francisco, el colegio de Oviedo y de la iglesia de San Adrián que incluía la portada norte, las ménsulas del patio y partes de la capilla del Ecce Homo colocadas en la iglesia del edificio.
La mencionada puerta norte sirvió de acceso al cementerio que las Hermanas de la Caridad de San Vicente de Paul, encargadas del cuidado de los enfermos, disponían en el recinto. Este hecho es corroborado por Villar y Macías incluso Joaquín de Vargas asegura que realizó un dibujo de la puerta en el lugar donde fue trasladado. Sin embargo, podemos asegurar que, en el hoy Colegio de las Siervas de San José actuales ocupantes del recinto, no se encuentra dicha puerta. En palabras del investigador D. José María Hernández Pérez: Cuando se cumplen todas las formalidades y llegan las religiosas a vivir en el antiguo Hospital General el 15 de junio de 1917, la portada de la iglesia de san Adrián no se encuentra entre sus pertenencias, lo que indica que entre 1904 y 1917 ha desaparecido. Se constata tal hecho por la meticulosa contabilidad de las Siervas de san José, pues de haber procedido a la  enajenación de la portada, figuraría en sus apuntes.
La portada es hoy la puerta de acceso del palau de Maricel en Sitges. La historia del edificio Maricel da a entender que la puerta fue comprada en Salamanca, directa o indirectamente, a la Diputación del Hospital de la Santísima Trinidad por Miquel Utrillo (1862-1934) para la casa palacio que construyó a partir de 1911 el millonario americano Charles Deering (1852-1927).

Puerta de San Adrián en el palacio de Maricel en Sitges

Por último, como ya hemos indicado, el Ecce Homo fue trasladado a la capilla de San Lorenzo de la Catedral Nueva tras la demolición de San Adrián. Juan Antonio Vicente Bajo en su Guía descriptiva de los monumentos arquitectónicos de Salamanca (1901) explica además que en dicha capilla de San Lorenzo “dos lámparas arden perpetuamente a los lados de la efigie, costeadas por los sucesores del Duque de Abrantes además de los sermones de todos los viernes de cuaresma y el Miserere que se canta a continuación”. Hoy, sin embargo el Ecce Homo no está en la capilla de San Lorenzo, sino en la capilla del Presidente. sin que la acompañen lámparas ni se efectúen actos religiosos. La imagen ha sido atribuida al escultor salmantino Pedro Hernández (1585-1665).


Gracias a la valiosísima información de nuestro amigo Roberto García podemos mostrar las siguientes fotografías de la iglesia de San Adrián realizadas por Charles Clifford en 1853 durante la expedición de los alumnos de la Escuela Especial de Arquitectura de Madrid, la misma expedición que logró retrasar tres días el derribo de la iglesia.





Estas fotografías se encuentran recogidas en el álbum  Charles Clifford (1819-1863) [ Salamanca y Ávila: expedición de 1853] de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.





El Palacio de Orellana



Nada relacionado con este palacio parece ofrecer certezas, ni sobre su pasado ni sobre su  futuro.
Esta falta de certezas comienza con su promotor, que se sortea entre D. Francisco Pereira y Anaya, señor de Herreros de Peñacabra y de Sancho Gomez, fallecido en 1576, y su hijo D. Alonso de Anaya Barrientos, canónigo de la catedral de Toledo, presidente de la Chancillería de Valladolid y miembro del Consejo de Castilla. Tampoco se constata la fecha de su construcción, ni la identidad del arquitecto que imaginó sus trazas, que sin rigor documental se ha aventurado a decir que podría ser Juan de Ribero Rada o Rodrigo Gil de Hontañón o incluso el propio Juan de Herrera. Tampoco su estilo es fácil de encajar, recuerda las soluciones constructivas del palacio de Monterrey pero realizadas sin motivos ornamentales, acercándose al clasicismo renacentista pero alejado aún del estilo herreriano.

Patio Palacio de Orellana
El edificio está estructurado en tres pisos y una torre. Ligeras cornisas y delgadas pilastras toscanas cuadriculan la fachada de la calle San Pablo. Todos los huecos son adintelados y los del piso principal son balcones coronados de frontispicios alternativamente triangulares y curvos, dos sencillos escudos de mármol se sitúan sobre el balcón principal. El piso superior es una galería adintelada sostenida por pilares sobre los que se apoyan zapatas, similar a la galería que remata la torre, que dispone además de dos ventanas y el escudo de los Anaya sostenido por dos angelotes.

El patio tiene forma de ele y es de dos plantas, la  inferior con arcos de medio punto en cuyas enjutas hay óculos en lugar de los más salmantinos medallones y en la superior una galería adintelada con pilares sobre los que se apoyan zapatas decoradas, las columnas de los dos pisos son toscanas.

Tras el derribo de la  parroquia de San Adrián, cuya torre campanario se hallaba unida a este palacio, se añadió en 1856 una parte del ala derecha, a partir de la segunda puerta que se encuentra tapiada, copiando fielmente la arquitectura del edificio y en ella se dejó indicado otro torreón semejante al antiguo que no se llegó a construir.
Tampoco conocemos el procedimiento por el que el palacio quedó ligado al marquesado de la Conquista, otorgado al conquistador de Trujillo Francisco Pizarro y que pasó de manera indirecta a la familia de los Orellana-Pizarro. Esta familia, a lo largo del tiempo, logró reunir otros títulos como el vizcondado de Amaya, el condado de Padúl, el marquesado de la Liseda o el marquesado de Albaida con grandeza de España. Algunos de estos títulos dieron nombre al palacio, siendo conocido como palacio de la Conquista, palacio de Albaida, palacio de Liseda o palacio de Orellana. Actualmente los propietarios del palacio son los herederos de Ramón Pérez de Herrasti y Narváez Orellana y Ulloa, marqués de la Conquista, nacido en Madrid en 1927 y fallecido 13 de octubre de 2017, cuyo hijo primogénito varón es Iñigo Pérez de Herrasti y Urquijo, nacido en 1957, conocido por sus actividades en grupos ultraderechistas y que cuenta con un amplio historial delictivo que le ha llevado a permanecer en prisión durante varios años. La propiedad de los títulos de marqués de Albaida y de la Conquista pasaron en 2019 a su hija María María Pérez de Herrasti y Urquijo debido a los problemas de su hermano con la justicia.




Tampoco la heráldica aclara, si es que no confunde, los orígenes del palacio. El escudo principal de la fachada parece ser Anaya, al menos la versión reducida del escudo sin los armiños, aunque cabría la posibilidad, al desconocer los esmaltes (colores), de interpretarlo de otras formas, incluso, aunque forzadamente, como Pereira, como lo podemos ver en la fachada del palacio de las Leyes de Toro donde aparecen los apellidos Ulloa y Pereira.

Palacio de las Leyes de Toro

Escudo Pereira


Sobre el balcón principal aparecen otros dos escudos, en la posición principal, a la izquierda para el observador, está indudablemente Anaya, con armiños, y a la derecha, Bazán que bien podría tener otra interpretación ya que este apellido no tiene relación historiográfica con el palacio.

Anaya
Bazán



Existen, en la calle del Jesús, otros tres escudos que por su forma gótica podrían ser heredados de alguna construcción anterior, uno de ellos, el central, es a nuestro entender Paz y los otros dos, que son idénticos, son de difícil interpretación.

Escudos del palacio en la calle Jesús

Escudo Paz flanqueado por dos otros dos escudos


Lo que sí nos asegura la heráldica es la relación entre el  palacio de Orellana y el edificio vecino en la calle San Pablo, separados por la calle del Jesús. Este edificio que habíamos conocido erróneamente como torre de Abrantes, quizás por su cercanía con la torre de la desaparecida casa de Abrantes situada frente a ella, y que hoy el Ayuntamiento de Salamanca denomina torre de los Anaya, muestra los mismos escudos que el palacio de Orellana lo que en principio tendría que bastar para asegurar que los dos edificios pertenecen a un mismo solar.

Tampoco aparece muy claro su futuro.
Corría el año 1998 cuando el Ministerio de Cultura, dirigido por Esperanza Aguirre, encargó al Ayuntamiento de Salamanca, que a su vez dirigía Julián Lanzarote, la negociación de la compra del palacio de Orellana para la instalación en él del Centro de Estudios y Documentación sobre la Guerra Civil, el edificio fue tasado por los técnicos municipales en 371,3 millones de pesetas (2.232.082 €). Las negociaciones parecieron alcanzar un principio de acuerdo, pero no de compra sino de cesión del inmueble durante 99 años, quedando claro que la familia propietaria no tenía intenciones de perder la propiedad del edificio. Los pocos “flecos” que quedaban para la firma, fueron suficientes para que el acuerdo no se llegara a consolidar.
Como medida de presión a los propietarios, el palacio fue declarado BIC con categoría de Monumento el 16 de marzo de 2000. Tras dos años de espera, la Junta de Castilla y León, animada por algunos grupos de presión y el evidente estado de abandono del edificio, obligó a la familia Pérez de Herrasti a ejecutar obras de mantenimiento y restauración. Con un presupuesto de 280.000 euros, un proyecto aprobado en 2003 por la Comisión Territorial de Patrimonio y la licencia municipal del mismo año comenzaron los trabajos de restauración por parte de la empresa Restaura.
Ante la lentitud de los trabajos, en 2005 el gobierno de Zapatero declaró el Centro de Estudios y Documentación sobre la Guerra Civil como Proyecto de Utilidad Pública, como primer paso para ejecutar la expropiación del palacio. Como contrapartida los dueños presentaron el proyecto (más bien la idea) de convertir el palacio en una casa museo y espacio hostelero y reiniciaron la restauración proyectada. Nuevas ofertas de compra, que alcanzaron los 3,6 millones de euros, y su rechazo, condujeron a la formalización del expediente de expropiación forzosa en el año 2005 y la consabida oposición de los propietarios en los tribunales. Durante el tiempo de resolución del pleito, el Ministerio de Cultura reorganizó el Centro Documental de la Memoria Histórica, que quedó dividido en tres sedes, la del Archivo General de la Guerra Civil, las antiguas instalaciones de la Seguridad Social en la Plaza de los Bandos y el Palacio de Orellana.
Por fin en abril de 2011 el Tribunal Superior de Justicia dictaminó la anulación del expediente de expropiación forzosa del palacio de Orellana por no justificar «suficientemente la necesidad y proporción de la expropiación y ocupación del inmueble». El Ministerio no apeló la resolución.

Pasados casi tres años de esta sentencia, nada se sabe el palacio, ni de los proyectos de sus propietarios. El edificio continua esperando y deteriorándose.



Torreón de los Anaya
(antes de 2006, conocida como Torre de Abrantes)



En la calle de San Pablo, esquina del Jesús, se encuentra esta casa-torreón cuya puerta, de arco de medio punto de grandes dovelas, y cuyo hermoso ajimez, con aspillera, mainel y toza en la que lucen los escudos de Anaya y de Bazán, la relacionan con la arquitectura de casas y palacios del siglo XV.
Las reformas efectuadas en el s. XX recuperaron su supuesta altura original y en parte su antigua condición de torre defensiva, característica que ocultaba el desmoche al que fue condenada en tiempos de las Comunidades por orden de Carlos I.

La heráldica, en el interior y exterior de la torre, muestra los mismos escudos que el palacio de Orellana y sirve para asegurar que ambos son edificios de un mismo solar. Por tanto, esta torre, que durante años conocimos erróneamente como torre de Abrantes, merece el nuevo nombre, torre de los Anayas, con el que ha sido bendecida por el Ayuntamiento de Salamanca  y que también podría haber sido nombrada torre de los Anayas de Sancho Gómez, añadiendo el señorío de los fundadores del palacio.

Ajimez del torreón de los Anayas,
con el mainel recompuesto por
Joaquín Vargas en 1919
El apelativo de Abrantes fue debido al equivoco de indentificarla con la torre de la desaparecida casa de Abrantes que existió frente a ella. Jacinto Vázquez de Parga, en el Boletín de la Sociedad Castellana de Excursiones nº 38 de 1906, nos sitúa la casa,  “Frente a la iglesia de San Adrián y ocupando todo el lienzo al sur de la misma, se asentaba el amplio y suntuoso palacio de los Duques de Abrahantes (sic), del cual no hemos conocido más que el solar cercado de altas tapias y el fuerte y adusto torreón que flanqueaba su lado oriental frente de la esbelta y graciosa torre del Clavero,......, su fachada la transportaron a una finca suya sus próximos parientes los marqueses de Castellanos y el solar se halla hoy convertido en un colegio de primera y segunda enseñanza”, y añade diferenciando ambas torres, “Como guardando con su compañero el del marqués de La Liseda la sombría entrada de la calle de Jesús... se levanta aunque desmochado casi en su mitad el fuerte macizo del torreón de los Anayas, señores de Sancho Gómez“. Vázquez de Parga amplia la misma información en la entrevista del Adelanto del 17 de septiembre de 1917, “en el hoy ateneo estaba el palacio de los duques de Abrantes con un torreón soberbio y una primorosa fachada de granito. Fachada que desmontó el abuelo de los actuales marqueses de castellanos para su solar de la Maza” y también añade al hacer la enumeración de los edificios en la plaza de Colón,“el torreón desmochado de los Anayas, señores de Sancho Gómez (hoy casa de los Sres. Clairac)”

Poco o nada sabemos de los dueños y de los usos de la torre hasta el siglo XX, al que, como nos asegura Vázquez de Parga, llegó como propiedad de la familia Lamamie de Clairac. 
De 1919 data la primera reforma que conocemos1, D. Joaquín de Vargas recibió el encargo de D. Juan Sánchez, dueño de la torre en esa fecha, de reformar la ventana bajo la toza en la calle del Jesús, que en ese momento se encontraba cegada por ladrillos como podemos apreciar en las fotografías de la época. De su reforma, la ventana sale dotada con un mainel que D. Joaquín añade, tal y como parece solicitar la toza. La inspiración para el mainel debió de encontrarla Vargas en los ajimeces de la casa de las Conchas, de los pocos, sino los únicos, que sobrevivían en aquel tiempo. 
Sin poder establecer una fecha concreta, se instaló una celosía para cubrir el balcón sobre la puerta. Debió de ser instalada en torno a la misma época que la reforma de Vargas, ya que no aparece en las fotografías de finales del siglo XIX y principios del XX, pero si lo vemos en algunas fotografías de Venancio Gombau, que evidentemente ha de ser anteriores a 1929.

El mal estado del edificio obligó a una restauración en los años 70, cuando todavía el edificio estaba en manos privadas. La polémica restauración fue gestada en 1972 por el arquitecto Fernando Pulín Moreno, en ella se recreció la altura de la torre utilizando materiales modernos, claramente diferenciados de la construcción anterior, sin falsear nada que pueda inducir a confusión, sin destrozar nada que pueda conservarse y sin dañar nada que pueda quedar como fue y sin inventar nada para que parezca “antiguo”, siguiendo a rajatabla las directrices para la conservación y restauración del patrimonio cultural, expuestas entonces en la Carta de Venecia y hoy en la Carta de Cracovia.

Distintos aspectos de la reforma de Pulín



Sin embargo la reconstrucción no fue del agrado del público en general  ni de la Dirección General de Bellas Artes en particular, que dirigida entonces por Fernando Chueca Goitía obligó en 1976 a sustituir los paramentos de vidrio diáfano por paramentos pétreos, análogos a los de la construcción anterior y la cornisa de hormigón visto cambiada por la tradicional de madera y tejado a cuatro aguas, violándose algunos de los preceptos de la Carta de Venecia.

En 1985, el Ayuntamiento de Salamanca con la ayuda de la Diputación, adquirió el edificio por 21 millones de pesetas, en el marco de un convenio por el que el M.O.P.U. se comprometía a su rehabilitación. El traspaso de competencias del Estado hace que finalmente fuera la Junta de Castilla y León la encargada de llevar a cabo la rehabilitación. Los arquitectos elegidos fueron Emilio Sánchez Gil y Jesús Marcos Nevado, su proyecto incluía la rehabilitación de la torre, la reconstrucción de la escalera en granito, piedra franca y madera, la retirada del balcón con celosía y la restauración de la ventana dañada por su instalación, la restauración del patio y la construcción del edificio con galería superior en la calle de San Pablo anejo a la torre. La rehabilitación fue del agrado general, aunque, también en este caso, dejaba de lado alguna de las directrices para la conservación y restauración del patrimonio cultural en vigor.

Los propietarios del edificio, Ayuntamiento y Diputación de Salamanca al 50%, llegaron en 1992 a un acuerdo con la Universidad para la utilización del edificio, que constituyó en él la sede del Instituto de Iberoamérica y Portugal. Al término del acuerdo, en 2006, el Ayuntamiento recuperó el edificio con la intención de instalar en él el Museo del Traje Charro, que no se llevó a efecto. Los vítores de la fachada, que habían sido concedidos por el Instituto universitario fueron eliminados, causando un gran malestar entre la comunidad universitaria que tachó de irrespetuoso a Julián Lanzarote, alcalde de Salamanca. 
Del Sr. Lanzarote sería también la idea de instalar en el edificio, que ya había cambiado su nombre por Torre de los Anayas, el Museo de Arte Oriental, formado por piezas de una colección particular de dudosa credibilidad. A pesar de la dudas fueron gastados 1,2 millones de euros en cinco exposiciones en que tomaron parte las dudosas piezas, muchas de las cuales aún permanecen en el edificio a pesar de la renuncia del Ayuntamiento a la instalación del museo como anunció el alcalde Alfonso Fernández Mañueco en septiembre de 2011. 
Nos consta, por informaciones de prensa de marzo de 2013, la inundación de varias salas de la torre de los Anaya, dedicando los bomberos cinco horas para achicar el agua. Confirmándose que esta situación se ha repetido en diversas ocasiones y que las piezas de arte oriental aún continúan en el inmueble almacenadas sin ningún tipo de cuidado, en un edificio que no ofrece, y esto es lo preocupante, ninguna seguridad.

1“El Taller del Arquitecto. Dibujos e Instrumentos. Salamanca 1871-1948” editado en 2001 por el Colegio Oficial de Arquitectos de León




La Casa de Abrantes


En el lado sur de la plaza de Colón, se asentó el solar de la familia fundadora y protectora de la iglesia de San Adrián, los Enríquez de Anaya. Del solar, que más tarde ocuparon sus sucesores los duques de Abrantes, apenas quedan noticias y estas las resume Jacinto Vázquez de Parga, en el Boletín de la Sociedad Castellana de Excursiones nº 38 de 1906:
Frente a la iglesia de San Adrián y ocupando todo el lienzo del Sur de la misma, se asentaba el amplio y suntuoso palacio de los Duques de Abrahantes; del cual no hemos conocido más que el solar cercado de altas tapias y el fuerte y adusto torreón que flanqueaba su lado oriental, frente de la esbelta y graciosa torre del Clavero, que a su vez defendía  el sombrío solar de los Sotomayores.
No habiéndole conocido en pie, y no encontrando noticia ninguna de la arquitectura que tenía, nada  podemos decir de él; aunque por la del torreón y ser contemporáneo por lo menos, sino más antiguo, que la iglesia de San Adrián es de presumir  le informase  el gótico de los  siglos XIV y XV.  Su fachada la transportaron a una finca suya sus próximos parientes los marqueses de Castellanos, y el  solar se halla hoy convertido en un Colegio de 1ª y 2ª enseñanza.

Torreón desaparecido, último resto de la Casa de Abrantes

El torreón, del cual es copia el adjunto dibujo,  le hemos  contemplado íntegro muchos años.  Era de fuerte mampostería y gruesos muros, aristas redondeadas y sin más ornato que un ajimez en la parte de la fachada, cuya toza estaba decorada con hojas de apio delicadamente talladas y enlazadas a dos escudos de los Abrahantes, faltándole  la columnita de en medio. Los demás que con algunas aspilleras o saeteras le daban luz y aire eran de suma sencillez. Le terminaba una simple cornisa, realzada de un rosario de gruesas perlas de resalto, aunque  sospechamos que en tiempos más lejanos, debió de  tener una corona de almenas.”
Vázquez de Parga amplia la misma información en la entrevista del Adelanto del 17 de septiembre de 1917, “en el hoy ateneo estaba el palacio de los duques de Abrantes con un torreón soberbio y una primorosa fachada de granito. Fachada que desmontó el abuelo de los actuales marqueses de Castellanos para su solar de la Maza

Disponemos de una representación del Palacio de Abrantes en un dibujo que Pérez Villaamil realizó en abril de 1849, en cuya descripción se denomina plaza de la Leña a nuestra actual plaza de Colón.

Plaza de la Leña, Catedral, Iglesia de San Adrián y palacio de Abrantes.
Esbozo de Pérez Villaamil realizado el 12 de abril de 1849

Detalle del dibujo anterior (eliminando el color)

La fachada, que parece de estilo barroco, fue la que, según Jacinto Vázquez de Parga, se trasladó  a una finca de los marqueses de Castellanos (¿dónde andará?) y la torre, seguramente gótica del siglo XIV o XV, difiere bastante del dibujo que presentaba D. Jacinto en 1906 basado en sus recuerdos, rematándose, en el dibujo de Villaamil, por una galería bajo teja, con seguridad de factura posterior y muy similar a la torre del Aire. La imagen se encuentra alojada en el Museo Nacional de Escultura y de su existencia nos informó nuestro amigo Roberto García.

El solar ocupado por el palacio lindaba por el oeste y el sur con el convento de las Dueñas. El convento fue fundado sobre el solar de unas casas que mandó construir Juan Sanchez de Sevilla, donado para este fin por su viuda Juana Rodríguez Maldonado a principios del siglo XV. En 1512 la monjas dominías interpusieron una demanda judicial contra María de Sotomayor, que actuaba en nombre y representación de su hijo Alonso Enríquez, señor de Villalba de los Llanos, por entender que los vanos de la torre del palacio que estaban construyendo invadían la clausura de sus huertas y jardines.
En 1881, D. Manuel Durán y Araujo, adquirió el solar, de 30.000 pies, de la vieja casa señorial, para el traslado de El Ateneo Salmantino, colegio de 1ª y 2ª enseñanza. Este colegio fue fundado por D. Manuel en 1874 e inaugurado el 15 de octubre de 1875 en la calle Caldereros nº3. El nuevo edificio de El Ateneo en la plaza de los Menores fue proyectado por Cecilio González-Domingo, obteniendo licencia municipal en 1883, para su financiación se emitieron acciones de 1000 reales hasta completar el gasto total.



A lo largo de los años compartió existencia con las escuelas graduadas municipales instaladas en el edificio en 1911, las oficinas de telégrafos e incluso con el gobierno militar de la provincia. Una placa en la fachada recuerda el homenaje realizado en noviembre de 1919 a D. Jose Antonio Jauregui Pérez, acuadalado industrial vasco de orígenes salmantinos que había sido un gran benefactor de la infancia salmantina y que había fallecido en el mes de septiembre.
El Ateneo Salmantino acabó siendo trasladado, después de la Guerra Civil, a la entonces calle del Generalísimo (Calle Toro) en el edificio del Banco Mercantil.


En 1943, la Institución Teresiana adquirió el edificio para instalar en él un centro-residencia femenino, primero en Salamanca de esta naturaleza, que sería conocido como colegio de las Teresianas del Padre Poveda. Se realizaron grandes obras de adaptación, elevándose la altura del edificio un piso más, para reunir en él todos los estudios que tenían repartidos en las diferentes casas que ocupaban, estudios de Enseñanza Media, Magisterio, etc.  En un departamento independiente, se estableció una residencia para señoritas universitarias. De esta época todavía conserva el vítor que conmemora la proclamación de Santa Teresa de Jesús como doctora de la Iglesia en 1970.


En los últimos años, antes de convertirse en el edificio privado y de oficinas que es hoy, fue sede de la Academia Antonio Machado, de confuso recuerdo.





Convento de los Clérigos Menores de San Carlos Borromeo

La Orden Regular de Clérigos Menores, fue fundada en Nápoles a finales del siglo XVI por los sacerdotes Agustín Adorno y Ascanio Caracciolo, quien más tarde cambió su nombre por el de Francisco. Según Pedro de Quirós, dos veces Prepósito del colegio de la orden, la congregación llegó a Salamanca en 1613. Se establecieron en el Hospital del Rosario, local que antes habían ocupado las Carmelitas Descalzas y que después de la marcha de los Menores, ocuparon los Padres Basilios en 1621 (Plaza de los Basilios y calle del Rosario).
Después de permanecer un tiempo en una casa de la calle de Serranos, los P.P. Menores se establecieron en las proximidades de la iglesia de San Adrián, donde fundaron el Colegio de San Carlos Borromeo. Colocando solemnemente el Santísimo en la iglesia del nuevo edificio, el 29 de julio de 1670.


Convento de los Menores, dibujo de Joaquin de Vargas

A decir de los cronistas de nuestra ciudad, el conjunto de la iglesia y el convento de los Menores no estuvo carente de cierta grandeza. La iglesia, de planta de cruz latina, presentaba una alta torre rematada en una elegante cúpula sólo inferior a las de la Catedral y de la Compañía, según apunta Joaquín de Vargas que nos dejó el dibujo que acompaña, aunque no nos informa de donde lo copió ya que no pudo verlo personalmente.  
La portada de la iglesia estaba flanqueada de pilastras dóricas que parecían soportar el entablamento sobre el que se situaba una hornacina con la figura de San Carlos, más arriba, una ventana que iluminaba el coro completaba el cuerpo central de la fachada rematada con frontón. Otros dos cuerpos laterales más pequeños terminaban la fachada.
Según Vargas, “en el interior aparecía la cúpula decorada con áticas y cornisamentos dóricos. que corrían a lo largo del templo, pero las bóvedas disentían del resto por la abundancia de hojarasca y cartoncillos con que se había exornado”. Los retablos eran del peor gusto churrigueresco, cuajados de cornisamentos partidos, columnas salomónicas, molduras aglomeradas y derroche desordenado de pámpanos, de uvas y relumbrones.
A juicio de Ponz, el convento albergaba poco de valor y junto con otros edificios de Salamanca, decía, “han sido gastaderos de dinero sin ninguna significación ni venir al caso”. Aún así, fue capaz de destacar la estatua (de vestir) del escultor Manuel Álvarez que representa a San Francisco Caracciolo, el enorme cuadro del altar mayor, cuya figura central es San Carlos Borromeo durante la peste de Milán de Francisco Camilo (Madrid, 1615 - Madrid, 1673), que hoy se encuentra en la Catedral Nueva en el crucero norte y mide 6.5 metros por 6.5 metros, y una pintura razonable de nuestra Señora y el Ángel Custodio. 
El edificio del convento estaba estructurado en dos plantas, con un torreón en uno de sus ángulos, decorado en su parte superior por cuatro estatuas colocadas en sus aristas sesgadas.
El claustro, siguiendo a Vargas, era espacioso con columnas de granito y arcos de medio punto, recargados, al igual que la bóveda del templo, con gran cantidad de molduras y ornatos que le quitaban gracia y esbeltez.
El convento sufrió grandes daños durante la Guerra de Sucesión en el año 1706 y aún más durante la de la Independencia. Años después el convento fue abandonado, probablemente como consecuencia de la desamortización eclesiástica, sufriendo a partir de entonces una continua degradación, lo que llevó al Ayuntamiento a tener que derribarlo en 1841. En su lugar se abrió una gran plaza que recibió el nombre de Plaza de los Menores, que aún sería ampliada con el derribo de la Iglesia de San Adrián en 1853, y que hoy conocemos como plaza de Colón.




Convento de los Trinitarios Descalzos




Clemente VIII validó con el breve Ad militantes Ecclesiae de 1599 la reforma, promovida unos años antes por San Juan Bautista de la Concepción, para devolver el rigor a la regla establecida por San Juan de Mata y San Félix de Valois, a finales del siglo XII, con el principal objetivo de redimir cautivos y que fue conocida como Orden de la Santísima Trinidad o de los Cautivos o simplemente trinitarios.
Los hermanos reformados y descalzos de la Orden de la Santísima Trinidad, en su expansión, llegaron a Salamanca sin que se sepa con certeza el año. Quadrado lo fija en 1611 y nos consta que el 30 de Marzo de 1612, el cabildo nombró al arcediano de Salamanca y otros dos prebendados para que dijesen la misa y asistiesen el domingo de Lázaro o domingo de Pasión, que ese año debió de celebrarse el 8 de abril, a la traslación de los religiosos trinitarios descalzos y colocación del Santísimo en la antigua iglesia de San Miguel Arcángel, situada en la vega del Tormes, por lo que era conocida como San Miguel de los Huertos. En ese mismo lugar se estableció la Confraternidad Trinitaria formada por laicos, que acompañaba a la orden desde su fundación. La parroquia mozárabe de San Miguel había sido fundada en 1198 y quedó destruida el 26 de enero de 1626 por la riada de la noche de San Policarpo. La nombrada riada se llevó la casa, los ajuares y las huertas del convento de San Miguel de los trinitarios descalzos, todo por valor de más de doce mil ducados. La huerta donde estuvo San Miguel fue llamada de la Trinidad, parece que era lindera con la esgueva que se mete en el río y estaba entre Nuestra Señora de la Vega y la huerta que fue San Juan el Blanco, y a finales del siglo XIX pertenecía al asilo de San Rafael.
Los Trinitarios Descalzos pasaron provisionalmente a vivir en unas casas en la calle de Serranos cercanas a la Universidad y propiedad del Convento de los Agustinos. En septiembre de 1628, el Cabildo les donó dos casas en la plaza de San Adrián para establecer su convento y pronto ampliaron el solar con la casa principal de los Sotomayores, señores de la Maza de Alba y la Alcubilla y aún más con la donaciónque los Señores de San Quintín, don José de Paz y Silveira y su prima y esposa doña Beatriz de Silveira, les hicieron del solar de su palacio y de una considerable renta para su mantenimiento.

Dibujo del convento de los trinitarios descalzos de Joaquín de Vargas.

Sobre el solar de los Barones de San Quintín, edificaron la iglesia barroca conventual. Las obras comenzaron en 1645, poniéndose la primera piedra el 8 de junio. El 15 de junio de 1667, con gran pompa, se colocó el Santísimo con la asistencia del Cabildo en pleno con el obispo D. Gabriel Esparza a la cabeza. El carmelita fray Alberto de la Madre de Dios parece haber sido el autor de las trazas de la iglesia, que muestra el sencillo estilo barroco carmelitano. La iglesia ha llegado a nuestros días sin grandes modificaciones, significándose solamente la pérdida del atrio que disfrutó.


Fachada de San Pablo

La Trinidad

Resto del atrio
Escudo de Silveira
Escudo Trinitarios

La fachada dispone de tres puertas con arcos de medio punto fuertemente almohadillados, sobre las que se dispone un relieve de la Santísima Trinidad, que sobresale de la hornacina en la que se encuentra y nos hace pensar en un cambio en la ejecución prevista, acompañada lateralmente de otras dos hornacinas con las esculturas de San Juan de la Mata y San Félix de Valois, más arriba una ventana con vidriera, que ilumina el coro, se acompaña de dos escudos de Silveira (tres fajas de gules en campo de plata). Las esquinas de la fachada están canteadas con aparejo de sillería almohadillada hasta el frontón que la remata, en cuyo interior se abre un óculo. Sobre las puertas de las fachadas auxiliares laterales encontramos los escudos con la cruz de la Orden Trinitaria.
La iglesia dispone de tres naves, estando la central cubierta por bóveda de cañón y lunetos, y las laterales con bóvedas de aristas. Dispone de un cimborrio sobre el crucero que se alza sobre pechinas y de una espadaña-campanario lateral.

Imagen del besapiés. fotografía obtenida de
pasos-palios.blogspot.com.es
En su interior se encuentra una imagen de Jesús Rescatado que cada año, el primer viernes de marzo, recibe la visita de multitud de devotos que participan en el besapiés de la imagen. La estatua es una imagen de las denominadas de vestir, ya que solo tiene esculpidas las partes del cuerpo que la ropa deja ver. Representa un Cristo en pie, solemne, con las manos atadas, rostro ensangrentado y corona de espinas, ataviado de túnica morada, cíngulo y escapulario.
Su origen, así como el de su cofradía, se remonta a finales del siglo XVII.
En 1681, Muley Ismail ataca y conquista la plaza fuerte de La Mámora en el reino de Fez, que había sido ocupada por los españoles en 1614, siendo rebautizada como San Miguel de Ultramar. El año siguiente, los Trinitarios Descalzos lograron rescatar a 241 cristianos y 17 imágenes  entre las que se encontraba el Cristo de Medinaceli que la Orden de los Trinitarios acogió como propia y extendió su devoción por todo el mundo, mandando esculpir diversas imágenes del Jesús Nazareno durante el siglo XVIII y fundando diferentes cofradías para su culto, dando un nuevo sentido a las antiguas Confraternidades Trinitarias. Una de estas imágenes mandadas esculpir fue el Jesús Rescatado de la iglesia de la Trinidad.


Interior de la iglesia de San Pablo.
fotografía de wikipedia

Jesús Rescatado. fotografía de
nazarenosdeltormes.blogspot.com.es

Interior de San Pablo. fotografía de
nazarenosdeltormes.blogspot.com.es

Juntamente con la Orden, la cofradía va perdiendo relevancia, tal vez debido a la extinción de su principal actividad, el rescate de cautivos. De hecho no existe documentación escrita sobre su actividad hasta que en 1796, los miembros de la Cofradía de Jesús Rescatado solicitan la autorización del rey Carlos IV para restaurar la Confraternidad, que desde entonces pasó a denominarse "Congregación de la Santísima Trinidad, bajo la advocación de Nuestro Padre Jesús Divino Redentor Rescatado". Se inicia entonces un nuevo periodo de gran actividad.
En 1836, con la desamortización eclesiástica, los Trinitarios Descalzos abandonaron Salamanca. El convento pasó a ser propiedad del estado y, tras un breve período com presidio correccional, lo cedió en 1845 al Ayuntamiento a condición de mantener un cuartel en el recinto y si esto no se cumplía, la propiedad recalaria de nuevo en el estado; la iglesia pasó a pertenecer al obispado, que mantuvo la iglesia de la Trinidad abierta para dar culto a Jesús Rescatado bajo la custodia de su Congregación.
En 1886, el derrumbe de la torre y el coro de la iglesia de San Justo (a la que se había trasladado la parroquial de San Adrián trás su derribo en 1853) provocó que esta parroquia tuviera que ser trasladada a la iglesia de la Trinidad. La demolición de la iglesia de San justo dio lugar al nacimiento de la actual plaza de San Justo.
Además, en septiembre de 1892, se produjo el regreso de los dominicos a su convento, este había sido desamortizado y sus monjes exclaustrados, siendo utilizado como cuartel y enfermería y, desde 1840, su iglesia ejerció como parroquia por el traslado de la parroquial de San Polo (San Pablo), que se encontraba en una penosa situación; se hizo, por tanto, necesario desplazar la parroquia de San Polo a una nueva ubicación, la iglesia de la Trinidad, que a partir de entonces tomó el nombre de Iglesia de San Pablo. Reunió, por lo tanto, en el mismo edificio las parroquiales de San Adrián, San Polo y San Justo, desaparecidas durante el siglo XIX. Actualmente el templo es parroquia diocesana, junto con la iglesia de Santo Tomás Cantuariense, formando conjuntamente la Parroquia de San Pablo y Santo Tomás Cantuariense.
El solar del convento de los Trinitarios Descalzos, tuvo diversas utilizaciones a partir de su desamortización. Fue Prisión Correccional hasta su traslado a Valladolid, algunos edificios del solar, ubicados entre las calles de Juan de la Fuente, Arroyo de Santo Domingo y Caldereros, utilizados para diversos servicios municipales (tahona municipal, perrera, mendicidad y comidas para pobres, etc,..) mantuvieron la denominación de "correccional" durante mucho tiempo. Sobre estos solares. concretamente en el ángulo que forma la plaza de Colón y la calle Caldereros, se proyectó en 1898 la construcción de un nuevo edificio para la Audiencia con un costo estimado de 300.000 pesetas. La obra no se llegó a ejecutar, volviendose a ella en 1906 con también negativo resultado.
La parte del convento cuya fachada estaba en la Plaza de los Menores se utilizó primeramente como cuartel de Carabineros y después de la Guardia Civil sin que se pueda precisar la fecha. El documento más antiguo data del 1 de marzo de 1876 y se trata de un contrato de arrendamiento entre el Ministerio de la Gobernación y el Ayuntamiento, en el que se establece el pago mensual de ciento cuatro pesetas y noventa y dos centimos condicionado a construir pabellones y embellecer la fachada, este contrato fue confirmado con otro del 31 de agosto de 1894. Muy pronto comenzó la Guardia Civil a quejarse del deplorable estado del cuartel, amenazando al Ayuntamiento con abandonarlo y repartir sus fuerzas por los cuarteles más cercanos, con lo que la propiedad del solar pasaría de nuevo al estado. Sin embargo estas amenazas no llegaron a materializarse hasta 1925, cuando se recibió la autorización real para abandonar el cuartel del antiguo convento de los Trinitarios y distribuir las fuerzas por los cuarteles de la provincia. Quedando en Salamanca los puestos del Arrabal y de los Pizarrales. En junio de 1926 el edificio quedó completamente desocupado, llevandose a cabo el acto de entrega al Ayuntamiento. Los terrenos fueron incautados mediante una resolución del día 3 de febrero de 1927, por los Ministerios de Hacienda y de Gobernación que abandonaron la idea de la construcción del nuevo cuartel, que ya había sido proyectado y presupuestado en 2 millones de pesetas, y se limitaron a instalar las oficinas de la Comandancia por la cantidad de 50.000 pesetas y reabrir el cuartel. Posteriormente se construirían dos pabellones en el recinto.
La función de cuartel de la Guardia Civil se conservó hasta finales del siglo XX. En 1993, se inicia la construcción de las nuevas instalaciones de la comandancia de la Guardia Civil en la calle Juan Carlos I, las obras concluyeron en 1997, completándose el traslado en enero de 1998.


Patio del Cuartel de la Guardia Civil, Guzmán Gombau.
En la foto de la derecha publicada por D'Gratis
podemos ver el patio interior que antes constituyó
el claustro del convento de los Trinitarios
descalzos y que ha sido conservado
en la actualidad dentro del edificio de los
juzgados foto mas abajo.


Por esos años se desató una polémica entre los políticos locales sobre la posible construcción de un teatro lírico en el solar de las antiguas dependencias de la Guardia Civil, cuya resolución se produjo con la restauración del teatro del Liceo (2002), un plan menos ambicioso pero mucho más racional y dimensionado a la ciudad.
Actualmente el solar se encuentra recuperado como edificio de los Juzgados, la actuación de 2004 proyectada por Primitivo González, mantiene las pocas y poco valiosas estructuras originales que quedaban, entre estas parte de la fachada de la Plaza de Colón y algunos muros. Sin embargo, el edificio de nueva planta construido retranqueado en el solar, ha sido criticado por carecer de la suficiente integración en el entorno, sobre todo por la utilización de piedra arenisca gris que dota al edificio de un tono, cuando menos, chocante, volviendo a la discusión sobre las directivas actuales de recuperación y rehabilitación de edificios históricos.


foto http://primitivogonzalez.e.telefonica.net/

foto http://primitivogonzalez.e.telefonica.net/



1 No solo fueron donaciones, las que consiguieron los solares en donde se edificó el convento de los trinitarios descalzos, sino que éstos efectuaron la compra de algunas casas y así, en una escritura de compra, de la que nos informa Bernardo Dorado, se puede leer, y dichas casas lindan a su frente con casa llamada de Santo Domingo.
Asegurando, que en su tiempo existía una casa que era “conocida como casa de Santo Domingo en la calle de caldereros linda al sur (mediodía) con la alberca que viene de San Justo (Arroyo de Santo Domingo) y al frente y poniente con corrales del convento de la trinidad”. Recibía ese nombre porque se suponía que era la casa que habitaba Santo Domingo de Guzmán en sus visitas a Salamanca y para demostrarlo aseguraba que dicha casa era propiedad de la familia de los Maldonados, condes de Villagonzalo, que consideraban a Santo Domingo pariente suyo.





La torre del Clavero


Presidiría la plaza de Colón si la frondosa vegetación del jardín lo permitiese. Incluso en invierno, cuando los árboles caducifolios han perdido su hoja, resulta difícil de localizar.
Desgraciadamente no es el único caso de ocultación vegetal en la ciudad, basta recordar que muchos salmantinos no hemos visto nunca el puente romano.


La visión de la torre, que ha de hacerse desde la calle Consuelo, evoca ineludiblemente la imagen legendaria de un castillo medieval. Confiriéndole un carácter militar que nunca disfrutó, pues no era más que torre de casa civil y urbana, eso sí, señorial y de una época en que los señores, mal avenidos, discutían sobre quien la tenía más grande, hablamos de las torres.

La falta de documentación es la razón de la existencia de, al menos, dos conjeturas sobre el fundador de esta casa señorial, construida a finales del siglo XV. La primera y más aceptada señala como constructor a don Francisco de Sotomayor, hijo de don Juan Gómez de Sotomayor, señor de Baños (de Ledesma) y clavero de la Orden Militar de Alcántara. El gran parecido con la torre del homenaje del castillo cordobés de Belalcázar, imitado a propósito según los expertos, refuerza la teoría de un fundador del solar de los Sotomayores, a lo cual colabora la presencia de los escudos de la familia Sotomayor, aunque en ninguno de los dos testamentos conocidos de don Francisco, el último de 1508, menciona la casa. La segunda opción designa a don frey  Diego de Anaya, clavero de la Orden de Alcántara y luego comendador mayor de ella, teoría sustentada por su rango de clavero en la Orden Militar y los escudos de la familia Anaya en la torre. Sea un clavero u otro, es esta dignidad o rango en la Orden la que da nombre a la torre. La misión del clavero era guardar y defender el castillo y convento mayor de la Orden, es decir, su sede y actuar como lugarteniente del maestre, la máxima autoridad.
Durante muchos años fue conocida como torre del Clavel por corrupción.

Escudo Sotomayor. En plata,
tres fajas jaqueladas en oro
y gules, y en el centro de cada
una un ceñidor o raya de sable


Escudo Sotomayor en la Torre del Clavero





Castillo de Belalcázar.
foto: cordobapedia.wikanda.es
Pocos datos sobre la torre han llegado hasta nuestros días, los mejores proceden del siglo XVII, cuando el Ayuntamiento intervino ante la amenaza de ruina de la casa y realizó importantes obras de restauración que permitieron alquilarla por 550 reales, cifra al parecer muy importante en la época1. En 1867, la casa era propiedad del marqués de Santa Marta, aristócrata y político republicano, que inicia sobre el solar la construcción de una nueva casa que actualmente es utilizada por la Diputación de Salamanca como Instituto de las Identidades, y procedió a recalzar los cimientos de la torre, este recalzo da forma de pirámide truncada a la base de la torre. En ese momento todavía se conservaba la puerta y un muro de la fachada principal de la casa. El Marqués de Santa Marta era propietario también de los Baños de Ledesma (balneario), el cual debió de adquirirlos junto con la casa tras las desamortizaciones civiles y religiosas de mediados del siglo XIX.



La linterna de la torre del Clavero


La Torre del Clavero con la linterna superior.
Martínez de Herbert ¿? 1868 ¿?


A principios del año 1867, el propietario de la torre de Clavero, el marqués de Santa Marta[1], comenzó las obras para su conservación y restauración[2]. Además, se inició la construcción de un nuevo edificio sobre el solar de la antigua casa del que la torre formó parte. Como parte de la actuación, fue colocada una linterna sobre la plataforma superior de la torre, la estructura permitía mediante ventanales la iluminación  y ventilación de la construcción. La Comisión Provincial de Monumentos de Salamanca[4],  en junio de 1867, instó al Ayuntamiento[5] a solicitar al propietario la demolición de la linterna por afear y deslucir la hermosa obra de la torre. La providencia dictada a tal efecto fue reclamada por el propietario, amparándose en el derecho de propiedad[6]. La reclamación fue atendida en favor del propietario, por lo que la linterna permaneció en la torre, emborronándola artísticamente.
Pedro Antonio de Alarcón en sus artículos "Dos días en Salamanca", que describen su viaje a Salamanca durante octubre de 1877 con motivo de  la inauguración de la nueva línea de ferrocarril de Medina de Campo a Salamanca, hace constar la presencia de la linterna: "[....] hoy pertenece al señor Marques de Santa Marta. -Recientemente han construido en lo alto de ella una especie de templete u observatorio de pésimo gusto; y, pues me honro con la amistad de dicho señor Marques, atrevome a suplicarle que mande derribar aquel detestable apéndice, por muy asombrosas que sean las vistas que desde el se disfruten."
El señor marqués[7] se hizo eco de la reclamación de D. Pedro y comunicó que tenía decidido hacer desaparecer tan ingrato apéndice, que afirmaba se había construido sin su consentimiento. La delicada operación, con objeto de no dañar la torre, comenzaría nada más que sus obligaciones le permitieran acudir a Salamanca. La prensa salmantina[8] recogió este anuncio en septiembre de 1879 y la madrileña lo había hecho en abril de ese mismo año.
Sin embargo, muchas debieron ser las obligaciones del señor marqués, puesto que la linterna continuó en su lugar hasta que, en septiembre de 1885, se produjo el hundimiento del piso alto de la torre del Clavero con el mirador[9] allí instalado. Afortunadamente el hundimiento no causó la ruina total de la torre.




[1] La prensa salmantina habla de un copropietario el Sr Valero, La Provincia 14 de abril de 1867
[2] El estado de la torre no era bueno como ya unos años antes habían constatado los alumnos de la Escuela Especial de Arquitectura de Madrid, que en el año 1853 realizaron estudios y mediciones de la torre, el fotógrafo Clifford que acompañó a la expedición dejó constancia de este estado con la primera fotografía conocida de la famosa torre.
[3] El edificio que hoy es sede del Instituto de las Identidades.
[4] La Comisión Provincial de Monumentos de Salamanca  había sido creada por una Real Orden del Ministerio de la Gobernación del 13 de junio de 1844, al igual que el resto de las comisiones Provinciales de Monumentos y como todas ellas estaba integrada por cinco personas de "reconocida afición a las bellas artes y a los estudios arqueológicos, que reúnan un celo acreditado por el bien público"(RD 15-11-1854 del Ministerio de Fomento). Estas comisiones se constituyeron como un órgano consultivo de los gobernadores civiles para la defensa del Patrimonio Histórico. Fueron suprimidas en 1970, sustituyéndose por las Comisiones Territoriales de Patrimonio Histórico.
[5] La Provincia : revista salmantina Año I Número 30 - 1867 junio 23
[6] La Provincia : revista salmantina Año I Número 49 - 1867 agosto 29
[7] La Ilustración española y americana. 30/4/1879, página 2.
[8] Adelante : revista salmantina de ciencias, artes, literatura é intereses materiales Año XII Número 774 - 1879 septiembre 28
[9] El Progreso: periódico político bisemanal Año II Número 150 - 1885 septiembre 27. El jueves se hundió con estrépito el piso alto de la famosa torre del Clavero, con el mirador en él instalado, sin que se sepa á qué atribuir tan inesperado hundimiento. Se teme que el golpe sufrido por la caída de este piso sobre el inferior ocasione también la ruina de éste.







La base de la torre tiene una leve forma de pirámide truncada, debido al recalzo de los cimientos mencionado, realizado en piedra arenisca basta, procedente de las canteras del camino de Carbajosa junto al Matadero de reses de esta ciudad (Pedro Vidal), para retornar a su primitiva forma cuadrada, con sillares de arenisca de Villamayor en esquinas y recercado de ventanas y mampostería en el resto. A los dos tercios de su altura total, toma forma de prisma octogonal, totalmente construido en sillería de piedra franca, con la cornisa decorada con arquillos ciegos y alguna gárgola superviviente, en cada lado del octógono luce un garitón cilíndrico que comienza en un trenzado espiral mudéjar y termina en un capacete semiesférico rematado con una bola. Cada garitón mostraba un escudo familiar de Sotomayor o Anaya. Su interior está constituido por cinco pisos comunicados por una escalera de caracol vaciada en los muros. La altura total de esta construcción es de veinticuatro metros aproximadamente.

D. Alfonso Pérez de Guzmán, marqués de Santa Marta de turno, cedió la torre de manera gratuita al Ayuntamiento de Salamanca en 1943, tras haber sido declarada monumento por decreto el 3 de junio de 1931.
En octubre de 2002, tras años de abandono y esporádicas utilizaciones, el Ayuntamiento inició los trabajos de restauración y rehabilitación de la torre con el apoyo económico de la Junta de Castilla y León y un presupuesto de 468.836 euros.

En 2019, tras las reformas convenientes, la torre del Clavero se convirtió en la sede del Centro de Estudios Salmantinos, mediante un convenio de cesión firmado por el Ayuntamiento y el CES presidido por María Jesús Mancho Duque.


 1 (LÓPEZ BENITO, CLARA ISABEL, “Don Francisco de Sotomayor, Clavero de Alcántara, un prototipo de caballero en la temprana Edad Moderna”, Studia Historica, Historia Moderna, vol IX, (1991))



Lugares cercanos

El Hospital de San Ildefonso
Situado en la inmediaciones de la iglesia de San Adrián, en la calle Pocellín. Fundado a mediados del siglo XIII. Estaba destinado a la curación de enfermos pobres de ambos sexos y era regido por una cofradía formada por nobles de la ciudad. Del siglo XIV se conservan distintas mandas destinadas a su sostenimiento como la que en 1318 otorgó doña Inés de Alimoges, esposa de Alfonso Godínez, señor de Tamames, y aya de Alfonso XI, en la que dona 200 maravedís. Fue clausurado antes de la reforma hospitalaria de Felipe II. Su solar quedó incluido en el convento de los Trinitarios Descalzos.

El Colegio de Santa Cruz de Ribas
Fundado, en 1544,  por doña Isabel de Ribas, esposa en segundas nupcias del Dr. Tapia, catedrático de Prima de cánones y en primeras con el comunero Rodrigo Rodríguez de Ledesma, cuarto señor de Muchachos. También fue conocido como Santa Cruz de San Adrián por estar en su feligresía. Se situó en la calle Albarderos, parte de la actual de San Pablo. Sus colegiales vestían manto pardo cerrado y beca negra.Fue anexionado en 1624 al colegio de Santa Cruz de Cañizares.

César Hernández R.
03/09/2012 Rev. 05 (22/09/23)